sábado, 30 de mayo de 2020

EL CONFINAMIENTO Y LA CUARENTENA. Por John Hoyos

Les comparto este texto maravilloso del manizaleño literato John Hoyos


EL CONFINAMIENTO Y LA CUARENTENA

Ahora, cuando en todo el mundo vivimos una situación tan inusual por culpa de un bicho que tan solo se ve con un microscopio, es pertinente hacer una diferenciación: en confinamiento, obligatorio por cuenta de una orden presidencial, estamos todos los ciudadanos de este país del Sagrado Corazón de Jesús.  Por nuestro bien, para no ser atacados por el Virus Corona 19.

La cuarentena la deben guardar aquellas personas enfermas invadidas ya por el tan mentado micro-organismo o quienes se sospecha ya le dieron alojamiento en sus cuerpos.  Recuerdo cuando los tripulantes de la nave espacial Apolo XI regresaron de su viaje a la luna, después del amarizaje, ellos fueron sometidos a una cuarentena como prevención a una posible enfermedad, virus o bacteria importados desde el espacio sideral.

Mi abuela, quien nunca creyó en los gringos caminando por la superficie de Selene, me hablaba de otra cuarentena: los días de aislamiento a los que se sometían las mujeres después de un parto.  Eran cuarenta (tal vez de allí venga su nombre), durante los cuales la parturienta se encerraba en una habitación sellada por completo. No podían entrar los rayos del sol ni las corrientes de aire, para la buena salud de la madre y el bebé. Durante 960 horas la mujer y su criatura nunca se bañaban.  Cómo sería el hedor de la habitación que desde ese entonces quedó institucionalizado el uso de los atormentadores tapabocas. Por aquellas calendas no se hablaba de alimentación sana y las madres se sometían a una rigurosa dieta: se comían cuarenta gallinas y, para rematar, un ovejo. ¿Se imaginan ustedes a Carolina Cruz con un régimen alimenticio como este? Mejor dicho, no la vuelven a llamar de Caracol. Y como si lo anterior fuera poco, quienes querían conocer al recién llegado bebé se aparecían con un tarro de galletas Saltinas Noel, esos grandotes y cuadrados, porque las Saltinas La Rosa venían en un tarro redondo.  El regalo era para que la parturienta se pudiera tomar los algos y las meriendas con chocolate “bien parviado”.  Por eso, cuando a las loras les preguntaban: ¿Patojita, quiere cacao? Ellas respondían: ¡Siii, pero bien parviado!!! A esto le agregaban coladitas de Maizena y Caspiroletas para que la nueva mamá saliera alentada de la cuarentena y pudiera recuperar sus fuerzas para el próximo embarazo. Con ese yantar yo me aguanto el encierro que sea, eso sí, con ducha.

En cuanto al confinamiento, en esta materia los europeos nos llevan kilómetros de ventaja. Ellos tienen experiencia desde la alta Edad Media cuando el papa Justiniano en una bula proclamó que los gatos eran criaturas diabólicas; entonces en el viejo continente se desató una masacre de mininos que permitió la proliferación de los ratones. Los roedores acabaron con todos los quesos y se convirtieron en vectores de la temible Peste Negra, Bubólica o de Justiniano (por ignorante el viejo). En esos tiempos los gobernantes no contaban con la franja de televisión de las seis de la tarde, por eso no podían socializar sus órdenes y a todo el que anduviera por las calles, como buen colombiano, lo pasaban al papayo y sin fórmula de juicio.

Los reyes, príncipes, duques, marqueses, condes y señores feudales no sabían nada de derechos humanos ni garantías constitucionales para el libre movimiento.  Por esta razón los europeos de entonces no conocieron el Pico y Cédula, mucho menos el Pico y Género (el lenguaje de entonces era excluyente, no se conocían términos como “todes”), cuando se daban cuenta de una casa con un apestado, enviaban a la tropa para que la tapiaran. Y santo remedio, de forma automática quedaba establecido el distanciamiento social. Los sobrevivientes de la vivienda no podían salir al mercado, hacer diligencias bancarias ni reclamar pócimas donde los boticarios. Así evitaban que se esparciera la enfermedad, aminoraban los índices de contagio y aplanaban la curva de un sablazo.  Cuentan las malas lenguas que la peste fue llevada a Europa por unos comerciantes italianos llegados del lejano oriente, por eso también les achacaron la culpa a los amarillos oji-rasgados.

Pero los habitantes del viejo continente vivían relajados, estaban incomunicados por completo y eran ignorantes de lo que sucedía en el resto del mundo.  No tenían que soportar las barbaridades de Donald Trump, las estupideces de Jair Bolsonaro, el hablar pausado (como escuchándose a sí mismo) de Andrés Manuel López Obrador ni el programa vespertino de Iván Duque Márquez. No veían noticieros donde mencionaban la peste trescientas ochenta y seis mil doscientas cuarenta y tres veces  por día. Tampoco tenían la internet, por ello eran inmunes a las noticias falsas, los rumores malintencionados y toda la mala leche que destilan en las redes sociales. Tampoco escuchaban radio, por eso eran ignorantes del número de muertes, las tasas de contagio y la cantidad de personas que se habían recuperado. Les importaba un carajo las medidas que estaban tomando los reinos vecinos y los reyes no hablaban de “los abuelitos”, le tenían pavor a morir a manos de algún viejo de buena puntería con el arco.

En unas leves investigaciones que emprendí, encontré algo en común con los habitantes de Europa por esas calendas: los gobernantes también eran corruptos, los políticos eran duchos para el robo y los banqueros (sobretodo lombardos italianos) carecían de escrúpulos, como cualquier Luis Carlos Sarmiento Angulo.

Pasaban los tediosos y largos días de confinamiento escuchando maravillosas historias, la tradición oral era muy importante para aquel entonces.  Como no hay mal que por bien no venga, a don Giovanni Boccacio le tocó refugiarse en una villa campestre y allí escribió un libro que legó para la posteridad:”El Decamerón”.  Allí el maese nos narra diez maravillosas historias, muy apropiadas para estos tiempos del Virus Corona 19.

Y ya para terminar, como decía don Darío Silva en “Lambicolor”, si usted, querido lector, ha tenido la paciencia de llegar a esta línea, le agradezco en el alma y, en definitiva, los dos estamos más desprogramados que comentarista deportivo hoy en día.

John Hoyos      

                 

        

  

          

    

 

 


2 comentarios:

  1. Super, buenisimo!!!!!!con mucha historia, y ademas con muy buen sentido del humor. Me rei bastante es lo qq necesitamos ahora. FELICITACIONES!!!!. UN ABRAZO.

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  2. Jajajajajaja JH: muy ameno y ciertas tus afirmaciones perfumadas de tu fino humor. Gracias JJ y Galu por darlo a conocer

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