sábado, 26 de octubre de 2019

Sobre la columna de la semana de Pablo Felipe Arango, Construcción


Sobre la columna de la semana de Pablo Arango, Construcción

Me encantó esta columna de la semana (octubre 22 de 2019) de Pablo Arango que transcribo al final de este comentario personal:
Considero que Pablo es magnífico como observador, que no menos como exponente de la literatura urbana de nuestros días.
Al leer en la columna, “(…) la vida se debate en medio de paradojas: a veces es compleja y otras simple, a veces es dura y otras suave y dulce. Veo hombres persistentes que, sin debates existenciales o morales, viven. O que, justamente, gracias a la carencia de tales debates, viven con intensidad envidiable.”, viene a mi mente el fragmento 53 del Libro del desasosiego de Pessoa: “Una sola cosa me maravilla más que la estupidez con que la mayoría de los hombres vive su vida: es la inteligencia que hay es esa estupidez. La monotonía de sus vidas vulgares es, aparentemente, pavorosa. Estoy almorzando en este restaurante vulgar, y miro, más allá del mostrador, la figura del cocinero; y aquí, a mi lado, está de pie el camarero viejo que me sirve, como hace treinta años, creo sirve en esta casa. ¿Qué vidas son las de estos hombres? (…) Examino, con un asombro asustado, el panorama de estas idas, y descubro, cuando voy a sentir horror, pena, indignación ante ellas, que quien no siente horror, ni pena, ni indignación, son los mismos que tendrían derecho a sentirlos, son los mismos que viven esas vidas.”
El poema Construcción, que con tanta pertinencia cita, me parece bellísimo. (Lo transcribo completo también). Es un homenaje a ese conciudadano manizaleño que murió en la construcción de la clínica que sigue Pablo, como vecino, con observación cotidiana y ojo literario.
Galu


 Construcción

Lleva varios días suspendida la construcción de la clínica, vecina a mi edificio. Más o menos una semana de interrupción en una obra que ha sido lenta, seguro para tormento de sus propietarios, no así para mí, que disfruto viendo el trajín cotidiano: la llegada de los trabajadores, la instalación de los precarios andamios, la hora del desayuno y luego la del almuerzo, los gritos, las risas o las eventuales quejas. Una obra de teatro. Tal como seguro será la mía en la oficina, o la de cualquiera de ustedes en su trabajo. Una novela, o una “serie”, que seguro lee o ve un dios voyerista. El caso es que la construcción, la misma donde sobrevive la Bocconia frutescens, mi vecino cosmopolita, es un escenario en el que puedo evidenciar que la vida se debate en medio de paradojas: a veces es compleja y otras simple, a veces es dura y otras suave y dulce. Veo hombres persistentes que, sin debates existenciales o morales, viven. O que, justamente, gracias a la carencia de tales debates, viven con intensidad envidiable. Llegan temprano con su morral cargado de comida y ropa de trabajo. Se cambian entre camaradería y comienzan una jornada que los dejará extenuados y satisfechos consigo mismos, por haber logrado un día más de trabajo y de existencia. Una cierta consciencia natural e instintiva subyace en sus vidas: la idea de que por algún extraño milagro están hoy sobre la tierra, y que esa circunstancia es inmodificable; así que no vale la pena preguntarse mucho, sino apenas existir, ir tirando para adelante, con desparpajo y confianza. Carolina dice que desde mi ventana hago interventoría, y es cierto, hago interventoría de mi vida, esa es la que reviso cuando veo la obra. 
Hace ocho días, temprano en la mañana, conté el número de obreros que había llegado, es parte de mi tarea cotidiana junto con tender la cama y recoger nuestro desorden. Siete fue el número de aquel día. Imposible identificar rostros desde la distancia, algunos llevaban arneses, otros se movían con mayor libertad, subían o bajaban escaleras de guadua, y luego cruzaban, como confiados funambulistas, las vigas recién fraguadas. 
Más tarde, después del mediodía, me enteré que uno de los obreros había caído desde el sexto piso y había muerto. Murió, dice la prensa, de manera instantánea. Por eso está suspendida la obra, y ahora no puedo levantarme a ver cómo crecen los muros y se van ocultando las varillas de hierro gracias al concreto que vierten y que luego hidratan. 

Es casi una obviedad para los de mi generación, pero la noticia me hizo recordar la canción de Chico Buarque, o mejor, el poema de Buarque de Holanda: “Amó aquella vez como si fuese última/ Besó a su mujer como si fuese última/ Y a cada hijo suyo cual si fuese el único.../ Subió a la construcción como si fuese máquina/ Alzó en el balcón cuatro paredes sólidas.../ Sentóse a descansar como si fuese sábado/ Comió su pan con queso cual si fuese un príncipe.../ Y tropezó en el cielo con su paso alcohólico/ Y flotó por el aire cual si fuese un pájaro/ Y terminó en el suelo como un bulto flácido.../ Murió a contramano entorpeciendo el tránsito…

Ahora, cada vez que me levanto voy a la ventana y miró la construcción abandonada. Se ve lúgubre y parece que la hubieran abandonado hace meses. Una carreta quedó a medio camino de alguna tarea importante, las pesas de la pequeña grúa penden y se mecen con el viento. Dos cascos quedaron puestos en una estaca, y un balde, ya inútil, porque quedó con mezcla de cemento, y sumergida en ella una espátula. El sábado, sin embargo, presencié algo formidable: un obrero subió la escalera de guadua hasta el último piso, llevaba en sus manos dos tazas, una grande y otra pequeña. En la grande tenía agua, en la pequeña algo sólido, ceniza o alguna planta. Solitario y serio como un sacerdote, comenzó a esparcir agua con una flor de San Joaquín. Lanzaba agua e iba bendiciendo el sitio. Con más cuidado aún, tomó de la taza pequeña trocitos de lo que fuera, y los fue arrojando al aire, mientras decía algo. Luego se acercó a la grúa, y con delicadeza puso sobre ella la flor de hibisco. Un hisopo más digno no podía haber encontrado; seguro lo cortó del jardín de la casa de enfrente.

Pablo Felipe Arango
Manizales, 22 de octubre de 2019






CONSTRUCCION
(Chico Buarque (Brasil, 1944)

Amó aquella vez como si fuese última,
besó a su mujer como si fuese última,
y a cada hijo suyo cual si fuese el único,
y atravesó la calle con su paso tímido.

Subió a la construcción como si fuese máquina,
alzó en el balcón cuatro paredes sólidas,
ladrillo con ladrillo en un diseño mágico,
sus ojos embotados de cemento y lágrimas.

Sentóse a descansar como si fuese sábado,
comió su pobre arroz como si fuese un príncipe,
bebió y sollozó como si fuese un náufrago,
bailó y se rio como si oyese música,
y tropezó en el cielo con su paso alcohólico.

Y flotó por el aire cual si fuese un pájaro
y terminó en el suelo como un bulto flácido
y agonizó en medio del paseo público.

Murió a contramano entorpeciendo el tránsito.





viernes, 25 de octubre de 2019

RETRATO HABLADO. Antonio Correa García




Comparto un escrito de mi contertulio Antonio Correa García

RETRATO HABLADO
Parece que hubiera nacido para mandar. Como maneja sus haciendas, así los asuntos públicos giran en torno a su órbita privada. Desde un principio supo ganarse el aprecio de muchos seguidores, convertidos luego en soldados incondicionales de su causa. Llena plazas públicas con gente del pueblo que lo quiere como quiso a Fidel Castro en 1959; a Augusto Pinochet en 1973; a Jorge Videla en 1976; a Alberto Fujimori (1990) y a todos los dictadores que en América Latina han sido. Pregona que su vida –“sus carnitas y sus huesitos”- han sido consagrados por entero al servicio de la Patria. Cuando la tostada es repartida por otros, desprecia la mermelada. No se le conocen amigos desinteresados, pero sí muchos aduladores entusiastas. Sus mandatos y opiniones no admiten discusión y son inapelables. Alguna vez ganó en el departamento del Casanare el premio “Cojón de oro” otorgado por el Movimiento Machista Nacional. Aunque indiferente al fútbol (para posar de académico, como todo prosaico), sus amigotes hacen últimas jugaditas en su beneficio. Tiene cara de ser hincha del Independiente Medellín, pero su sonrisa amarillenta lo hace ver como un diablo del América de Cali. Pasó por algunos cargos del ejecutivo dejando hondas huellas, que nadie se atrevió a investigar a fondo. Tiene en los estrados judiciales más de dos centenares de investigaciones a las cuales les  hace la corte con su sonrisa falaz. Nadie como él llegó a tener más poder cuando prometió arrasar con la guerrilla y la corrupción del país. No obstante, para cumplir sus fines en nombre del pueblo, siempre que sus mandos militares atacaban insurgentes, sobrevenían los falsos positivos. Por delitos contra la administración pública,  decenas de sus inmediatos colaboradores que ejecutaron sus órdenes autoritarias están presos o fugados. La descomposición que permeó el ejercicio de su poder le dejó extrañas manchas rojas y cafés en su rostro, como si hubiera sido salpicado por el agite inútil de la bandera anticorrupción. Excepto sus conmilitones, en dos décadas de gobierno nadie más pudo tener un agro o un ingreso seguro. Dice ser un amantísimo abuelo, arrullador de sus nietecitos y patrocinador de los negocios de sus hijitos que -apenas superada la adolescencia- ya parecían magiosos, en tanto que en cuatro años y por arte de birlibirloque, pasaron de adolescentes hijos de padre acomodado, a multimillonarios dueños de centros comerciales, de norte a sur del País, a diestra y siniestra. Nombres, palabras,  expresiones como: Tranquilandia; Guacharacas; Teodolindo; Yidis; Convivir; positivos; chuzadas; varón; bala es lo que hay; te pego en la cara marica; esos  HP están oyendo esta conversación, evocan su nombre o están ligados a su comportamiento ciudadano. Para algunos compatriotas es un ídolo, para otros es el innombrable. A donde va, llega con decenas de escoltas, carros blindados y helicópteros que circundan los aires. A pesar de su auto publicitada honestidad, amor por la familia, por la patria y por los pobres- aunque se opone a que les devuelvan las tierras de las cuales fueron despojados, porque es mejor que las tengan los ricos, que tienen con qué cultivarlas- está ad portas de ser arropado por la justicia, la que nunca lo ha tocado, pero de la cual se declara injustamente perseguido. Hay quienes oran por él y existen óleos donde se le representa como al Sagrado Rostro, afligido y coronado de espinas. Pero en estos días por fin tiene el sol a sus espaldas, se siente solo a pesar de su séquito, hay angustia en su rostro.
Mi @tiatere dice que debemos rodearlo. ¡Para que no se vuele!  
A.C.G. 21 de Octubre de 2019

jueves, 17 de octubre de 2019

Frase hermosa de Aleksandr Pushkin

Yo era demasiado feliz para guardar en el corazón un sentimiento de enemistad.

Aleksandr Pushkin

domingo, 6 de octubre de 2019

Gloria María Medina, nos da estas sugerencias para leer hoy:


La maestra de nuestro taller VERSOS DEL CUMANDAY, Gloria María Medina, nos da estas sugerencias para leer hoy:

CÁNTICO
(Mario Quintana .Brasil, 1906 - 1994)

El viento dobla los árboles, el viento clamoroso de la aurora. . .
Tú llegas precedida por los vuelos altos,
por la marcha lenta de las nubes.
Tú vienes del mar, gobernando las naves del descubrimiento.
Mi alma está trémula del revolar de los ángeles.
Abro de par en par las ventanas.
Vienes montada en el claro toro de la aurora.
¡Los clarines de oro de tus cabellos cantan en la luz!


VOCES
(Constantino Cavafis)

Entrañables voces puras de los que han muerto,
o de aquellos que hemos perdido como si hubieran muerto.

Algunas veces, ellas nos hablan en nuestros sueños.
Algunas veces, nuestro espíritu las escucha
al fondo de nuestros pensamientos.

Ellas nos traen por un instante el eco de
la primordial poesía de nuestra vida, como en la noche,
una distante música que se aleja. . .


YO SOY AQUEL A QUIEN ATORMENTA EL DESEO AMOROSO
(Walt Whitman -Traducción Francisco Alexander)

Yo soy aquel a quien atormenta el deseo amoroso;
¿No gravita la tierra?, ¿no atrae la materia, atormentada, a la materia?
Así mi cuerpo atrae a los cuerpos de todos aquellos quienes encuentro o conozco.


MÚSICA
(Rainer María Rilke)

Si yo supiese, ay, para quién sueno,
podría murmurar siempre como lo hace el arroyo.
Si adivinase que a los niños muertos
les gusta oír el tañido de mí estrella interior,
que las niñas de antaño al escucharme,
ondean en torno a mí con el viento nocturno,
que acaricio con calma la muerta cabellera
de alguien que ardía de irá. . ./
Pues qué sería la música si ella no fuera mucho más allá de cada cosa.
(. . . . .)