viernes, 25 de octubre de 2019

RETRATO HABLADO. Antonio Correa García




Comparto un escrito de mi contertulio Antonio Correa García

RETRATO HABLADO
Parece que hubiera nacido para mandar. Como maneja sus haciendas, así los asuntos públicos giran en torno a su órbita privada. Desde un principio supo ganarse el aprecio de muchos seguidores, convertidos luego en soldados incondicionales de su causa. Llena plazas públicas con gente del pueblo que lo quiere como quiso a Fidel Castro en 1959; a Augusto Pinochet en 1973; a Jorge Videla en 1976; a Alberto Fujimori (1990) y a todos los dictadores que en América Latina han sido. Pregona que su vida –“sus carnitas y sus huesitos”- han sido consagrados por entero al servicio de la Patria. Cuando la tostada es repartida por otros, desprecia la mermelada. No se le conocen amigos desinteresados, pero sí muchos aduladores entusiastas. Sus mandatos y opiniones no admiten discusión y son inapelables. Alguna vez ganó en el departamento del Casanare el premio “Cojón de oro” otorgado por el Movimiento Machista Nacional. Aunque indiferente al fútbol (para posar de académico, como todo prosaico), sus amigotes hacen últimas jugaditas en su beneficio. Tiene cara de ser hincha del Independiente Medellín, pero su sonrisa amarillenta lo hace ver como un diablo del América de Cali. Pasó por algunos cargos del ejecutivo dejando hondas huellas, que nadie se atrevió a investigar a fondo. Tiene en los estrados judiciales más de dos centenares de investigaciones a las cuales les  hace la corte con su sonrisa falaz. Nadie como él llegó a tener más poder cuando prometió arrasar con la guerrilla y la corrupción del país. No obstante, para cumplir sus fines en nombre del pueblo, siempre que sus mandos militares atacaban insurgentes, sobrevenían los falsos positivos. Por delitos contra la administración pública,  decenas de sus inmediatos colaboradores que ejecutaron sus órdenes autoritarias están presos o fugados. La descomposición que permeó el ejercicio de su poder le dejó extrañas manchas rojas y cafés en su rostro, como si hubiera sido salpicado por el agite inútil de la bandera anticorrupción. Excepto sus conmilitones, en dos décadas de gobierno nadie más pudo tener un agro o un ingreso seguro. Dice ser un amantísimo abuelo, arrullador de sus nietecitos y patrocinador de los negocios de sus hijitos que -apenas superada la adolescencia- ya parecían magiosos, en tanto que en cuatro años y por arte de birlibirloque, pasaron de adolescentes hijos de padre acomodado, a multimillonarios dueños de centros comerciales, de norte a sur del País, a diestra y siniestra. Nombres, palabras,  expresiones como: Tranquilandia; Guacharacas; Teodolindo; Yidis; Convivir; positivos; chuzadas; varón; bala es lo que hay; te pego en la cara marica; esos  HP están oyendo esta conversación, evocan su nombre o están ligados a su comportamiento ciudadano. Para algunos compatriotas es un ídolo, para otros es el innombrable. A donde va, llega con decenas de escoltas, carros blindados y helicópteros que circundan los aires. A pesar de su auto publicitada honestidad, amor por la familia, por la patria y por los pobres- aunque se opone a que les devuelvan las tierras de las cuales fueron despojados, porque es mejor que las tengan los ricos, que tienen con qué cultivarlas- está ad portas de ser arropado por la justicia, la que nunca lo ha tocado, pero de la cual se declara injustamente perseguido. Hay quienes oran por él y existen óleos donde se le representa como al Sagrado Rostro, afligido y coronado de espinas. Pero en estos días por fin tiene el sol a sus espaldas, se siente solo a pesar de su séquito, hay angustia en su rostro.
Mi @tiatere dice que debemos rodearlo. ¡Para que no se vuele!  
A.C.G. 21 de Octubre de 2019

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