miércoles, 25 de octubre de 2017

Uno de mis poemas preferidos de siempre:

 CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA

 Hay días en que somos tan móviles, tan móviles, como las leves briznas al viento y al azar. Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe. La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.

 Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles, como en abril el campo, que tiembla de pasión: bajo el influjo próvido de espirituales lluvias, el alma está brotando florestas de ilusión.

 Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos, como la entraña obscura de oscuro pedernal: la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas, en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.

 Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos... (¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!) que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza, y hasta las propias penas nos hacen sonreír.

 Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos, que nos depara en vano su carne la mujer: tras de ceñir un talle y acariciar un seno, la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

 Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres, como en las noches lúgubres el llanto del pinar. El alma gime entonces bajo el dolor del mundo, y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.

 Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día... en que levamos anclas para jamás volver... Un día en que discurren vientos ineluctables ¡un día en que ya nadie nos puede retener!

 PORFIRIO BARBA JACOB

miércoles, 30 de agosto de 2017

Cuento LA SOLEDAD

  Ed pasó sin mirarla, rozando su cuerpo sin notar el contacto que había hecho mover la hamaca multicolor de esas de San Jacinto que aún no se había desteñido, más por nueva que por fina. A Leo no le gustaba que se la movieran mientras se encontrara recostada allí leyendo, reposando, aspirando el aire dulce de la finca. Cuando se la movió, ella volvió la vista hacia él pero ya no pudo ver su cara de niño sino su espalda de hombre. Un movimiento desmadejado, despreocupado, se advertía en sus pasos, pasos que iban directo al cerco del potrero donde pastaban Yaruma y Chorola. Ellas no se percataron de la soledad pero él sí. Camuflada en el tronco del árbol, de color castaño claro, observaba, aprensiva, los movimientos a su alrededor, lista a alzar vuelo si estos se volvían amenazantes. No era usual la presencia de soledades de carne y hueso en esta tierra de verdes prados, naranjos, mandarinos y limones que se alternaban la llenada de jarras para calmar la sed de los visitantes del kiosco en las tardes de tertulias familiares. La soledad -de la otra- tampoco era una habitante usual. Siete hermanos con sus dos generaciones descendientes se congregaban los fines de semana y algunos días de vacaciones, llenando de bulla y movimiento el ambiente tibio de la propiedad compartida, legado de sus padres, la finca Taboga que por añoranzas no llamaban así, sino La Atarraya, como otra que tenían cuando estaban pequeños. La soledad que acechaba sus vidas -ya por viejos, ya por jóvenes- era mitigada en este refugio, escenario de todo tipo de anécdotas, controversias y celebraciones. Ed regresó del potrero y le dijo: -ya conté el ganado, una, dos y la que falta, tres-. Leo le replicó -Jaja, eso quisieras-. - ¿Qué tal la soledad? - Amor, no sientas soledad porque no vino alguien más de tu familia hoy. ¿No te parece agradable que estemos solos los dos? Además puedo leer sin interrupciones. - ¡La soledad que está en ese guayacán! Mírala qué hermosa; de cola larga; tiene cuerpo de barranquillo, color amarillo quemado, saraviada en el lomo; es muy escasa, yo no la había visto por aquí. - Ay, sí! Ya la vi. ¿Es escasa? ¿Se asomará presagiando soledades? Me da temor que nos esté avisando algo. - No digas bobadas. - A lo bien. No creo en nada, para creer en agüeros. De todos modos me parece más lindo el barranquillo, con sus múltiples colores. Esta parece su viuda triste despojada de ropaje, consorte y barranco. Él asintió con un leve movimiento de cabeza. Los dos se quedaron callados. Ella pensando en los agüeros y en el dicho: "No creo en brujas, pero que las hay, las hay". Pensaba en la mariposa negra que encontró en su casa y esa noche se murió su padre. Luego recordó otra mariposa que muchos años después se metió en su alcoba y, fuera del susto, no le trajo calamidad alguna. Entonces prefirió pensar en agüeros positivos, por ejemplo las arañas monas que siempre que veía una le llegaba dinero inesperado. Él, entretanto, pensaba en las cacerías que de niño hacía con su padre y en lo absurdo que era salir a matar animales sin pensar y sin pesar, pero que disfrutaba tanto. Recordó cuando entre las tórtolas que cazaron cayó una soledad que luego él embalsamó con la ayuda del administrador del anfiteatro de la Universidad de Caldas. Le quedó tan linda que la vendió por mil pesos, mucha plata: se pudo comprar con ello un balón de fútbol. Era el primer balón nuevo que poseía y el que le permitió, también por primera vez, sentirse líder en el colegio cuando salió a jugar fútbol en el recreo. Parecía que había pasado mucho rato en sendas divagaciones y, sin embargo, no fueron más de dos minutos. Los pensamientos y los recuerdos son como el aire: se expande sin notarse que ocupa el espacio; como la escala de un mapa donde un milímetro puede significar kilómetros. Los silencios entre ellos no se prolongaban. No por Ed, quien tenía fama de callado, sino porque ella hablaba por los dos y a él le hacía falta que Leo los quebrantara y hasta le preguntaba si le pasaba algo o si estaba enojada cuando estaba silente. Lo mismo con los abrazos y melindres. Le encantaba recibirlos más que darlos. - Te he contado alguna vez sobre la soledad que cacé en Puerto Solano? Dijo él. - No, cuéntame, cómo fue? - "Mi papá nos llevó a mi hermano y a mí a la excursión de los amigos del banco. Ellos se incomodaron porque querían estar solos, hablar sin cohibirse, tomar trago y estar a sus anchas pero delante de dos muchachos pequeños, se tenían que medir. Cuando llegamos, Julio, El Cojo, que era el mandamás del viaje, le dijo a mi papá que nos acomodara en el vuelco de la camioneta en lugar de la carpa. Le hizo caso a regañadientes y se quedó algo preocupado de dejarnos tan retirados del campamento, pero con los dos primeros aguardientes se olvidó de nosotros. Una soledad posaba en lo alto del árbol, guardián de nuestra noche. Oíamos, antojados, las risas y conversaciones y no podíamos conciliar el sueño. Con sigilo, nos fuimos acercando a la fogata. Fue cuando vimos algo que nuestros ojos no podían creer: El Cojo se había quitado su pierna de palo y bailaba con la patasola, toda blanca, envuelta en un velo fosforescente que emitía unos rayos de luz energizada, con destellos morados. Su cara se cubría con la melena de la patasola y se fundía con la de esta en una sola. Los brazos de El Cojo, horizontales, simulaban un crucifijo. Los demás parecían ignorar el espectáculo y la danza proseguía al son de una música que no apreciábamos, aturdidos por el terror. Corrimos de vuelta y nos metimos, abrazados, debajo de las cobijas que nos habíamos tendido. Al amanecer, con el miedo trasnochado y algo dominado, volvimos al campamento a indagar la suerte de los amigos, especialmente la de nuestro padre y la de El Cojo. - ¿Qué crees que pasó? - le pregunté a mi hermano. Como mayor siempre me trataba de proteger y yo me sentía seguro de su mano. - Vamos a ver - dijo. Caminamos 20 pasos y nos detuvimos para percibir mejor los sonidos leves que salían del lugar -¿Oíste eso? - Dijo mi hermano. -Puede ser que se están levantando apenas. A lo mejor estarán haciendo el desayuno -. El aroma lo inspiró. - Ojalá - Repuse yo. -Tengo hambre. Efectivamente, el desayuno estaba comenzando a ser preparado por mi padre quien advirtió que nos acercábamos y salió presto a nuestro encuentro. Un semblante anhelante le bañaba la cara. - Buenos días hijos, durmieron bien? Ya iba a llevarles el desayuno-. - Papi, qué estaban haciendo ustedes anoche, ¿qué pasó?-. Preguntamos al unísono sin saludar. -Nada, nos pusimos a recordar viejos tiempos y pronto nos venció el sueño. Vamos a cazar tórtolas tan pronto desayunemos y les voy a dar una sorpresa: los voy a dejar disparar con mi escopeta-. En su respuesta notamos q ocultaba algo y lo cubría con concesiones. Nuestro entusiasmo por cazar, por primera vez como grandes, desvió nuestra atención y, sin más, nos concentramos en la aventura próxima. Nos organizamos, nos colgamos las mochilas de cabuya que ellos llamaban talegas, así como las tortoleras que eran otras talegas pero con aros y tiras de cuero para amarrar del cuello las presas; nos pusimos las botas y, en fila india, emprendimos la entrada al monte. Estuvimos cuatro horas seguidas sin despabilar, en una actividad de: calle – observe – dispare - recoja, sin descansar. Entre todos cazamos 8 tórtolas, un guatín, un conejo, y yo me coroné el trofeo: “La soledad". Los amigos de mi papá se sorprendieron que hubiera sido yo y se consolaban diciendo: -“la suerte del chambón”. Leo había puesto mucha atención en el relato. Le hizo varias preguntas pero Ed, con los ojos aguados, como se le ponían cuando la emoción lo asaltaba, no quiso continuar con el tema y entró como en un trance, como en proceso de nivelación tras una descarga grande de adrenalina. Observó cómo la andanada de luz en el horizonte se desbordó al ritmo de la excitación. Comenzó a oscurecer. El atardecer intenso se había agotado, como parecía que se agotaba el tema por el momento. Ella buscó la soledad en el guayacán; ya no estaba. Dirigió la mirada hacia el árbol de mangostinos que aunque su tinta morada intensa e indeleble le había manchado su blusa bordada, le había endulzado la mañana con sus frutos tan exquisitos. Tampoco estaba allí, la buscó en otros árboles pero no la vio más. Ambos se comunicaron sin hablar y, sólo con la mirada, convinieron en que era hora de empacar sus cosas para volver al hogar a continuar con su rutina, y es un decir pues sus días no estaban curtidos por la costumbre. No fue posible. Cuando él caminaba hacia la casa en busca del baño, situado a unos veinte metros, un súbito temblor de tierra sacudió el kiosco y derrumbó su techo. Las tejas de barro golpearon la cabeza de Leo mientras bregaba por zafarse de la hamaca -que se movía alborotada en ondas cruzadas con las del terremoto- para correr despavorida, como era usual que reaccionara al pánico que le producían los movimientos telúricos tan frecuentes en la región. La dejaron tendida en el suelo, sin vida. Ed volvió corriendo, se abalanzó sobre ella, estremecido por la soledad que lo envolvió. “En su rostro se advertía el inconfundible aspecto del hombre que ha empezado a sentirse derrotado por las circunstancias”. (Parodiando a Gabo en La Hojarasca). Galu 2016 (PRIMERA MENCIÓN DE HONOR CONCURSO NACIONAL E INTERNACIONAL DE CUENTO "GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ").

lunes, 7 de agosto de 2017


NO DESISTAS


Cuando vayan mal las cosas
como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino
solo cuestas que subir,

cuando tengas poco haber
pero mucho que pagar,
y precises sonreír
aun teniendo que llorar,


cuando ya el dolor te agobie
y no puedas ya sufrir,
descansar acaso debes
¡pero nunca desistir!

Tras las sombras de la duda
ya plateadas, ya sombrías,
puede bien surgir el triunfo
no el fracaso que temías,


y no es dable a tu ignorancia
figurarte cuán cercano
pueda estar el bien que anhelas
y que juzgas tan lejano.

Lucha, pues por más que tengas
en la brega que sufrir,
cuando todo esté peor,
más debemos insistir.

*Joseph Rudyard Kipling  
(Escritor y poeta británico nacido en la India).

viernes, 14 de julio de 2017

La Amelí...

De montaña vienes
a montaña vas
Mujer tierra
ondulante

Danzas en las pestañas
Ojos de niña cósmica
Y emplumada asciendes
a las nubes
Vestida de aguas
manantiales y luz.

Juana julio 10/2017

domingo, 9 de julio de 2017

DESPLAZAMIENTO


Amanece en mí

una amargura

trasnochada.


Al mirarte,

esta se intimida

y tu mirada

la destroza.

lunes, 26 de junio de 2017

ACOSO

"La atrapé en el aire,

caricia en vuelo
una bomba era.



Gozaba con ella, 
saltaba, 
reía, 
no había grises

todo era luz

me sentía 
alas de mariposa


Viajamos, 
recorrimos paraísos 
de arrebol.


Estaba embrujada por ella,

no  podía soltarla
la estrujé, la apreté.


Entonces lo supe:


era una burbuja...
y explotó 


en estrellas de viento...


Se llamaba felicidad".



Galu, junio 26/17

sábado, 24 de junio de 2017

viernes, 23 de junio de 2017
14:33

“Posibilidades”
(Wislawa Szymborska.)
Prefiero el cine.
Prefiero los gatos.
Prefiero los robles a orillas del Warta.
Prefiero Dickens a Dostoievski.
Prefiero que me guste la gente
a amar a la humanidad.
Prefiero tener a la mano hilo y aguja.
Prefiero no afirmar
que la razón es la culpable de todo.
Prefiero las excepciones.
Prefiero salir antes.
Prefiero hablar de otra cosa con los médicos.
Prefiero las viejas ilustraciones a rayas.
Prefiero lo ridículo de escribir poemas
a lo ridículo de no escribirlos.
Prefiero en el amor los aniversarios no exactos
que se celebran todos los días.
Prefiero a los moralistas
que no me prometen nada.
Prefiero la bondad astuta que la demasiado crédula.
Prefiero la tierra vestida de civil.
Prefiero los países conquistados a los conquistadores.
Prefiero tener reservas.
Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.
Prefiero los cuentos de Grimm a las primeras planas del periódico.
Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.
Prefiero los perros con la cola sin cortar.
Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.
Prefiero los cajones.
Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado
a muchas otras tampoco mencionadas.
Prefiero el cero solo
al que hace cola en una cifra.
Prefiero el tiempo insectil al estelar.
Prefiero tocar madera.
Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.
Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad
de que el ser tiene su razón.

Wislawa Szymborska.

martes, 20 de junio de 2017

Poema de Astrid Arboleda Fernández

Del libro "NEBLINA Y FUEGO" de Astrid Arboleda:


OJOS

Abres tus ojos
al nuevo día.

Y la música
aviva
el universo

con sus versos
de agua.



EL OCTAVO DÍA    
                                                   " Hay una sustancia esencial del mundo
                                                      que solo la palabra del poeta... designa.
                                                   "  ESTAMOS EN EL OCTAVO DÍA".
                                                                                   Julio César Cortázar
                                                                                Imagen de John Keats.

Solo luego del octavo día
el mundo tuvo sentido.

Aparecieron
la música,
el viento,
la armonía,
la gracia,
el asombro,
la candidez.

Nació la poesía.

sábado, 17 de junio de 2017

EL DÍA QUE CONVERSÉ CON EL VIENTO

El sol está remiso el día de hoy. La gente que camina por la calle no parece esperar su luz. Va con suéteres y sombrillas cerradas.  Ella tiene frío, lo extraña. Desde su cama de hospital se pregunta cuándo entrará por la ventana para abrigar su cuerpo. Su alma también tiene frío.

Mide 1.72 metros, camina como gacela, realzando su figura estilizada; armonía en sus facciones, piel satinada. Belleza pura era su cara. 
Sí, era. Una bala perdida intentó quebrantarla.
El proyectil tocó un sitio frágil de la identidad. Sacudió su vanidad. 

Mientras camino hacia el hospital me pregunto si es justo con mi querida prima, tan buena. La respuesta es obvia: así es la vida.
Un viento acechante me toca; potencia el frío de la mañana. Penetra por los oídos. Siento que me habla. Yo le hablo:

Porque en tiempos de debilidad tu espiral absorbe,
suaviza el rigor, matiza el temor, trae sosiego;
Mitiga la inquietud, la desolación.

Disminuyo la velocidad de mis pasos, dilatando el plazo de enfrentar  la realidad que duele. Observo al hombre en la bahía para buses. Viste pantalón azul, chaqueta gris, gafas oscuras; sujeta su bastón-paraguas con la mano derecha; con la izquierda, el brazo de la mujer que lo acompaña. Ella lleva falda de paño, con prenses, suéter de lana rojo; vestimenta que ensancha, aún más, su figura. No hacen uso del bus que se detiene, pero sí de la banca del paradero cubierto. Parece ser que esperan una ruta especial.

Me llaman la atención. ¿Por qué se me hacen conocidos? Resuelvo sentarme a su lado. Al oírlos hablar, los identifico. ¡Claro! En Bogotá y en las noticias. El hombre fue víctima del atentado (en en dicha ciudad), junto a mi prima. La bala que salió a la luz con otro destino, segó la de este señor. Me estremecí pero decidí  hablarles.

-Don Octavio, ¿cómo está? Yo soy la prima de Sara Martínez, ¿recuerda? La señora que, como usted, fue víctima de la balacera. Estuvo en el hospital en la habitación cercana a la suya.
-Buenos días señora, mucho gusto. Sí,  puedo acordarme por su voz, cuénteme ¿cómo está ella? -Bien señor, está muy recuperada. Dos cirugías solucionaron en gran medida la lesión en su rostro. Actualmente está convaleciente del procedimiento en el maxilar superior para recuperar su dentadura y facilitarle la ingestión. -Y la suya, ¿cómo le ha ido?
-Muy bien afortunadamente. Agradecido de estar vivo.
-¡Cuánto me alegra! Ya mismo voy a visitar a Sara. En días pasados viajó acá a mi ciudad. Ha estado hospitalizada; ahora tiene salida y seguirá el tratamiento en la casa de su hijo, en las afueras de la ciudad.
-Ay, cuánto me gustaría visitar a doña Sarita unos minutos. ¿Sería posible doña?
-Sí, no hay problema, vengan conmigo. El hospital es allá en la cuadra siguiente.
-Lo conocemos, de ahí venimos.

El encuentro resultó ser benéfico para mi prima. Ver una lesión mayor a la suya, con tan buenas recuperación y actitud de superación, le enclavaron sentimientos de optimismo. También para don Octavio y su señora fue beneficioso. Los tres hicieron catarsis; concluyeron que el mejor tratamiento de sanación era el perdón.

La visita pensada para unos minutos resultó ser de dos horas. Se habló de la principal guerrilla del país (FARC) protagonista por cincuenta años de la mayor resistencia al Estado colombiano con todo tipo de crímenes atroces. Se alegraron de que por primera vez en medio siglo, se llegara a un acuerdo de paz, se hubieran silenciado los fusiles y hoy se estuviera viviendo como en otra atmósfera con vientos de esperanza. Mi prima y don Octavio son víctimas pero se animaron en el propósito de erigirse como símbolos del perdón, de la paz, aportando su contribución al nuevo país.

Salgo del hospital mientras el hijo de Sara termina las diligencias para llevarla a casa. Irá contento con su madre, llevando también preocupación por su alimentación. Voy pensando en ello. Camino de nuevo para unírmeles luego, cuando lleve a cabo un propósito recién concebido. El viento sigue aumentando su intensidad, hablando más alto. Sobrecogida, le hablo también:

Ven a oxigenar los sueños,
orea las ideas anquilosadas;
trae los aires de lo posible.

Ve y vuelve con las alegrías,
difunde el virus de la felicidad,
arrasa como huracán los odios,
propaga el eco de la paz.

Visito algunos sitios especializados donde intento ultimar una lista inusual. Para  contribuir a la sanación física de Sara, consigo fórmulas e ingredientes extraordinarios; experimento en un terreno inexplorado para mí.

Aunque suene como culebrero, la tarea es conseguir y combinar jengibre, guayabas, aguacates, hígado, miel de abejas, JGB tarrito rojo, Ensure, uvas isabelinas, ahuyama, espinacas, manzanas, fresas, moras, banano, zanahorias... unas y otros en diferentes mezclas, con sus dosis de amor y esperanza de sanación. La misión: nutrir cuerpo y alma.

Hoy mi día ha sido bien particular. Presenciar el encuentro sanador, hablar con el viento y elaborar en casa ajena compotas, jugos y sopas a base de alimentos hiper nutritivos, ha sido un ejercicio inspirador, gratificante.
El experimento funciona en el sabor y asimismo en la aceptación de la enferma. Este día me ha dejado sabor a miel.

Qué ilusión verla mejorando en su calidad de vida, donde anide de nuevo la sonrisa con alegría; que su coraje, abnegación, su ejemplo, surtan no solo el efecto de edificarnos el valor de la aceptación, sino también la capacidad de ver la belleza interior antes que la física.

Lindo ver su fe, la decisión de salir adelante, el amor que la rodea, su estoicismo tolerando la dificultad.
A todos nos alcanza su dolor. A todos nos contagia la cruzada de perdón.

Comparo este día con los de ayer, en la cúspide del afán, cuando quería beberme el mundo de un sorbo. Hoy, a mis sesentas, vivo de a poco, por pequeñas dosis que la vida, la salud y la paz me conceden. Este día me supo a miel.


FIN

 Galu, junio 2017

viernes, 16 de junio de 2017

De Juana Mares:

¿Quién sino tú para sembrar vida,
para ser tierra, semilla, retoño, flor?
¿Quién sino tú para ir caminado
para abrirte a la luz natural y suave?


Milo
Junio 10-2017

jueves, 15 de junio de 2017

!Hola!

Este espacio está abierto a las personas  que quieran compartir
sus pensamientos, opiniones, experiencias, preocupaciones, tips para la vida; escritos propios (y sugeridos) como poemas, relatos, cuentos cortos y todo tipo de expresión que inspire y enriquezca la vida.

Para comenzar, comparto un pequeño poema de mi autoría:


"Cuando siento que me quieres poco
es señal de que te estoy queriendo más.
Como no puedo forzarte a que me quieras,
te querré menos
y ¡ya está!". 

!Hasta pronto!
Galu