viernes, 9 de septiembre de 2022

Análisis literario del cuento ¡ADIÓS! del maestro del cuento Guy de Maupassant

 

El tiempo: una lima

Por: Ernesto Ozorno Domínguez

 

El cuento “¡Adiós!” narra una historia ocurrida poco después de la guerra franco-prusiana.    Toca    un    tema    esencial: la brevedad de la vida, el tópico del carpe diem. Cuento moderno y corto, elegido para este sencillo trabajo, de entre tantos otros, por el tema que aborda y el estilo único de quien es considerado el maestro del cuento: Guy de Maupassant.

 

Gracias a la narración del personaje principal de “¡Adiós!” queda plasmado un sentimiento inherente al corazón del ser humano:  el sentido de la finitud, la tristeza de ver correr las horas, “las horas que limando están los días, / los días que royendo están los años” (Góngora y Argote, 2014).

 

De acuerdo con la clasificación que Norman Friedman hace de los tipos de trama, podemos afirmar que en el cuento hay una educativa ya que “implica un cambio de pensamiento para mejor”, con el estilo sobrio, sólido y real que caracteriza a Maupassant, así como su templanza, la cual resultó ser su sello inconfundible como testigo imparcial de los hechos que pretende motivar la reflexión.

Un  narrador  extradiegético  comienza  la  historia  situando  a  los  personajes  en  un  espacio  (en  una  noche  de  estío)  y  en  un  ambiente  (melancólico,  triste)  concretos.  Son solamente tres (considerando los niveles narrativos que constituyen la estructura del cuento). Al final podremos ver, por el proceso que viven, que son redondos. Por la palabra ‘quizá’ en la frase: “[Enrique Simón] estaba ya un poco obeso, de más de cuarenta y cinco años quizá, y muy calvo”, podemos afirmar según la clasificación de Genette que se trata de un narrador con focalización interna, ya que su visión es restringida. Exterior a los sucesos principales de la ficción y se ocupa de su narración.  Genette distingue los niveles de narración extradiegético, intradiegético (nivel de los sucesos narrados en el relato primero) y el metadiegético (una narración dentro de una narración). Personas «complejas» que sufren un cambio en el transcurso de la historia y continúan siendo capaces de sorprender al lector. Corresponde a un punto de vista restringido.

 

También se pueden encontrar otros elementos que caracterizan al cuento moderno como la prolepsis, que augura el futuro más lejano de la historia cuando apenas se está empezando a contar (un hecho que es el pasado más cercano a su presente). Además, el cuento tiene un final abierto: “En la noche, solo, en mi casa, me he contemplado largo tiempo en el espejo, muy largo tiempo. Y acabé por recordar lo que había sido, por volver a ver en pensamiento mi mostacho oscuro y mis cabellos negros, y la fisonomía joven de mi cara. Ahora, era viejo. Un hecho que lo aterra durante seis meses hasta que asume la revelación de su decadencia. Pedro Carnier toma la voz principal y se convierte en un narrador intradiegético/homodiegético   cuando   nos   relata   su   propia   historia (relato analéptico, en voz ulterior), logrando que el espacio deje de ser estático y pase a ser dinámico, con traslados y cambios de escenarios.

Esta es la historia de un hombre que interrumpe un romance de tres meses. La historia de un hombre que dejó de ver por doce años a la mujer de la cual se enamoró.  Dos períodos que son elipsis determinadas. También llamada anticipación, prospección o flashforward, incluso curforward. Un narrador de ficción (es decir, dentro de una historia) que cuenta su propia historia. También llamada retrospección o flashback o incluso cutback. Un suceso pasado que se narra. Forma máxima de aceleración en un relato. En este caso es determinada porque viene indicada con el período de tiempo elidido.

 

La escena conmovedora del reencuentro es narrada por Pedro Carnier con un discurso restituido:

―Perdón, señor, ¿no es usted el señor Carnier?, ―Sí, señora. Entonces ella se puso a reír; era un reír contento de mujer simple, pero un poco triste, sin embargo. ― ¿No me reconoce usted? Dudé. Creía, en efecto, haber visto en alguna parte esa cara; pero ¿dónde?, ¿cuándo? Le contesté: ―Sí... y no... La conozco, cierta-mente, sin recordar su nombre. Ella enrojeció un poco. La señora Julia Lefevre. [...] La miraba azorado. El narrador reproduce el diálogo. No lo resume ni lo reproduce en estilo indirecto libre.

 

Cuán duro es el efecto, el de la tristeza, el de la esperanza defraudada: Los años pasaron. No la olvidé nunca. Su imagen encantadora quedaba ante mis ojos y en mi corazón. Y mi ternura le permanecía fiel; una ternura tranquila, algo así como el recuerdo amado de lo que había encontrado de más bello y de más seductor en la vida. [...] La miraba azorado. Después le cogí la mano; y las lágrimas me subieron a los ojos. Lloraba su juventud, lloraba su muerte. Pues no conocía a aquella dama gorda. La manera en que Maupassant utiliza el recurso de la descripción logra el tan esperado efecto que Edgar Allan Poe buscaba en sus propios cuentos como nos lo dice en su Filosofía de la composición (1846). Un rasgo constitutivo de la narración breve. Los pequeños detalles lo remarcan, así como el comportamiento del protagonista, pues de no haber estado profundamente enamorado de aquella belleza no le habría causado tal impacto, tal dolor, tal decepción... ver su belleza muerta. No cabe duda de que Maupassant fue un destacado discípulo de Flaubert. Emuló a su maestro en la búsqueda de términos precisos, en la sonoridad de su discurso.  Logró mostrar con su obra “cuán pueril es creer en una realidad absoluta pues cada uno lleva la suya propia en sus pensamientos y sus sentidos” (Maupassant, 1993).

 

Tomado de:

https://1library.co/document/yd8nw66q-el-cuento-adi%C3%B3s-narra-una-historia.html

Resaltados míos.

Galu

No hay comentarios.:

Publicar un comentario