martes, 14 de febrero de 2023

Homenaje a DORIAN HOYOS PARRA, por Julián Mauricio Ocampo

 



A los 173 años 3 meses y 27 días Manizales se despertaba a un día repleto de sensaciones y de recuerdos. Sus ciudadanos abrían los ojos a la luz y muchos de sus habitantes, sabían que este era un día especial.

Se había programado una Eucaristía en una pequeña capilla para conmemorar el cumpleaños de una mujer inigualable. Pocos conocían el lugar y ella había dicho que se trataba de una especie de oratorio junto al Liceo Nuestra Señora del Rosario y cercano a la Iglesia del Perpetuo Socorro. Justo se trataba del 9 de febrero de 2023.



Varios nos preguntamos por la homenajeada. No la vimos a la entrada, ni adelante, ni atrás. No estaba entre la gente.


La Eucaristía se celebró igual, como si ella estuviera. La homilía fue especial, la misa también. Claro, el oratorio estaba repleto de amigos de Dorian, que un jueves a las 5 pm habían abierto su agenda para correr a su encuentro y la celebración de su vida.


Dorian Hoyos Parra. Un ícono de la cultura. Una mujer que a sus 90 años estaba mucho más lúcida que muchos de sus acompañantes de hoy. Una mujer con fuerza. Una poeta aguerrida y atrevida. Una dama que se abrió camino y abrió caminos. Una mujer que encontró en las palabras la manera de expresarse y de alabar la vida, su familia y todo lo que la rodeaba.


Una mujer creyente también. Alguien que en medio de la diversidad, podía defender sus creencias y que sabía que no tenía por qué infundir a los demás. Una mujer que pudo lograr que incluso no creyentes, visitaran el oratorio y estuvieran en la Eucaristía. Ella quiso celebrar allí sus 90 años de vida.




Pero.... ¿Qué la hacía tan especial?. ¿Qué hacía que a pesar de no estar presente todos oráramos por su vida y celebráramos, aun sin ella, su cumpleaños?. Al finalizar la Eucaristía contaron que estaba hospitalizada. Había sufrido una caída. Ayer. Hoy. Esta semana. No se sabía. Parece que la rodilla llena de sangre debía ser intervenida. Y al narrar esta historia, a punto de salir del templo, nadie hizo alguna mueca de horror o de tristeza. Nadie.


Salimos de allí, y entonces, quien narró su historia invitó a cantar el "cumpleaños feliz". Lo hicimos y al cantarlo se tuvo cuidado en que no dijéramos "... que los cumpla feliz, hasta el año tres mil". Hubo una frase cantada que no recuerdo. No fue "... hasta el año sin fin...", pero era algo semejante. Dorian había dicho que no le limitaran el tiempo, que no señores, que no era así. El canto fue hermoso: todos en la calle, mientras la vida se sucedía, mientras un carro esperaba a un niño salir del colegio, mientras una motocicleta llegaba junto a nosotros.

Hubo entonces video llamada mientras cantábamos el cumpleaños. Y abrazos, y besos, y vida. La vida que representa Dorian Hoyos Parra.


Y al momento ya de irnos, celebrando el cumpleaños de alguien ausente de cuerpo, nos dimos cuenta de que no era necesario que ella estuviera para que festejáramos la vida, que podíamos celebrar su vida aún sin ella ahí. Ahora es que al escribir esto me percato de que aún en vida, hay seres que ya navegan en la inmortalidad. Ella ya lo hace.

                                                                   Julián Mauricio Ocampo





















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