viernes, 19 de abril de 2019

La lectura del libro Los dormidos y los muertos, de Gustavo López, me remite al maravilloso poeta de todos los tiempos Paul Whitman, y su poema:

“De la terrible duda de las apariencias” 

“De la terrible duda de las apariencias,
De la incertidumbre, finalmente, de haber sido engañados,
De que la posible confianza y la esperanza, no sean al fin, más que especulaciones
De que la posible identidad, más allá de la tumba, sea una bella fábula solamente,
Posibles las cosas que percibo, animales, plantas, hombres, colinas, aguas que fluyen brillantes,
Los cielos del día y de la noche, colores, densidades, formas, tal vez todo sea
(tan dudosos como son) sólo apariencias.
Lo real aún debe conocerse,
(¡Cuántas veces estas cosas se salen de sí mismas como para confundirse y burlarse de mí!
¡Cuántas veces pienso que ni yo ni hombre alguno sabemos nada de ellas!),
Tal vez aparenten ante mí lo que son (es indudable que sólo parecen) de acuerdo con mi actual punto de vista,
y tal vez demuestren ser (y así lo harán) nada de lo que aparentan, o nada en absoluto, desde otros puntos de vista completamente distintos;
Para mí estas cosas y otras semejantes encuentran respuesta en mis amantes, queridos amigos,
Cuando aquel a quien amo viaja conmigo o se sienta largo rato conmigo, asiéndome la mano,
Cuando el aire sutil, lo impalpable, el sentimiento de que las palabras y la razón no se sostienen, nos rodean y penetran,
Entonces me siento cargado de inexpresada e inexpresable sabiduría, quedo en silencio, no requiero nada más,
No puedo responder a la cuestión de las apariencias o de la identidad más allá de la tumba,
Sino que camino o estoy quieto, indiferente, satisfecho.
El que ase mi mano me ha satisfecho por completo.”

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