EL SUICIDA
Enrique Anderson
Imbert (Argentina,
1910-2000)
Al
pie de la Biblia abierta -donde estaba señalado en rojo el versículo que lo
explicaría todo- alineó las cartas: a su mujer, al juez, a los amigos. Después
bebió el veneno y se acostó.
Nada.
A la hora se levantó y miró el frasco. Sí, era el veneno.
¡Estaba
tan seguro! Recargó la dosis y bebió otro vaso. Se acostó de nuevo. Otra hora.
No moría. Entonces disparó su revólver contra la sien. ¿Qué broma era ésa?
Alguien -¿pero quién, cuándo?- alguien le había cambiado el veneno por agua,
las balas por cartuchos de fogueo. Disparó contra la sien las otras cuatro
balas. Inútil. Cerró la Biblia, recogió las cartas y salió del cuarto en
momentos en que el dueño del hotel, mucamos y curiosos acudían alarmados por el
estruendo de los cinco estampidos.
Al
llegar a su casa se encontró con su mujer envenenada y con sus cinco hijos en
el suelo, cada uno con un balazo en la sien.
Tomó
el cuchillo de la cocina, se desnudó el vientre y se fue dando cuchilladas. La
hoja se hundía en las carnes blandas y luego salía limpia como del agua. Las
carnes recobraban su lisitud como el agua después que le pescan el pez.
Se
derramó nafta en la ropa y los fósforos se apagaban chirriando.
Corrió hacia el balcón y antes de tirarse pudo ver
en la calle el tendal de hombres y mujeres desangrándose por los vientres
acuchillados, entre las llamas de la ciudad incendiada.
FIN
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COMENTARIOS CRÍTICOS
1. Reseña
critica del cuento
Biografía
Enrique
Anderson Imbert nació en la ciudad de Córdoba, a los cuatro años de edad se
trasladó a Buenos Aires 12 de febrero de 1910 - Buenos Aires, 6 de diciembre de
2000). Fue un escritor, ensayista, crítico literario y profesor universitario
argentino estudió. Filosofía y Letras en la Universidad Nacional de Buenos
Aires.
Narrador
y crítico literario argentino, autor de un ensayo fundamental, Historia de la
literatura hispanoamericana (1954).
Resumen
Él quería
morir, intentó varias cosas para poder morir pero ninguna de las cosas que
intentaba funcionaba por que le salía mal ya fuera porque le escondían las
cosas o se las cambiaban por otras, pero siempre que lo intentaba fracasaba,
cuando llego a casa encontró a su mujer y a sus hijos muertos y volvió a
intentarse matar y cuando se iba a aventar por balcón se dio cuenta que todos
murieron con cada una de las cosas con las que el intento matarse y no le
funcionaron.
Evaluación
El autor
nos trata de decir que tenemos que aceptar nuestra vida tal y como es que
aunque tenga muchos defectos tenemos que aceptarla como sea porque siempre
tendremos una razón por la cual vivir, que aunque nosotros intentemos lo que
sea para desaparecer de ella no lo lograremos porque siempre existirá un motivo
por el cual vivir o algo que no los impedirá.
En la
vida se nos ponen obstáculos por superar y metas por conseguir o perseguir, que
tenemos que luchar por ellos para tener lo mejor, todo en la vida lo podremos
lograr tenemos ejemplos a seguir y no hay que dejarnos vencer como él lo hizo.
Reseñado
por Ariadna Arrieta Zayas y María Alicia Castillo Munguia. Blog Folletín
literario.
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2. Algunos apartes del artículo “Una aproximación literolingüística al
texto El suicida de Enrique Anderson Imbert” publicado por Litteranova
“El suicida” es un microrrelato que fue publicado en la primera
mitad del siglo XX y forma parte de los 21 textos del libro: Las pruebas del caos (1946) del
referido autor.
En cada
género literario, la palabra tiene un valor indiscutible. Sin embargo, en los
terrenos de la minificción, esta desempeña una labor distintiva en
cuanto a su estructura, ya que es una modalidad textual caracterizada por su
brevedad, y, por tanto, cada término empleado cuenta.
Zavala define
a este género como: “(…) el género más reciente y complejo en la historia de la
literatura.” Es una narración breve que no excede de una página y tiene
aproximadamente 250 palabras. Además, se caracteriza por ser breve, diverso,
por establecer complicidad con el lector, por ser fractal, fugaz y virtual.
Ánderson Imbert siente fascinación
por el género Minificción. En el prólogo de su libro: El gato de Cheshire (1965)
señala: “He preferido siempre las formas breves: se
ciñen mejor a una teoría relativista del mundo y a una práctica imaginista de
la literatura.”
En cuanto a su trama, El suicida
adentra al lector en la historia de un personaje que toma la decisión de acabar
con su vida. Sin embargo, pese a sus múltiples intentos, no puede lograr su
cometido y termina por retirarse a su hogar. La tensión narrativa
comienza a desatarse cuando el actante se da cuenta del precio que debe pagar
por las consecuencias de sus actos.
Por otro
lado, en el texto se evidencia lo que el formalista ruso, Víktor Sklovskij
señala como extrañamiento. Esto es, aquellas rupturas que provocan
sorpresa y experiencias insólitas en los lectores. En El suicida puede
percibirse desde que el personaje principal nota que el veneno no le ha hecho
efecto.
Además,
surgen otras rupturas cuando intenta dispararse y falla: “Entonces
disparó su revólver contra la sien. También, cuando se da cuenta de que cada
una de las formas de intentos suicidas provocaron la muerte de sus seres
queridos y gente alrededor
Lo anterior provoca un efecto de
lo que Zavala llamaría final epifánico, ya que lo que se le revela al
personaje, a la par con el lector, es sorpresivo y concluyente. Este efecto es
muy importante porque favorece la complicidad con el lector.
En lo que respecta a su tema,
El suicida presenta como temática a los efectos
que provocan los intentos suicidas en el círculo familiar cercano y en la gente
del entorno.
En el caso de El suicida, además de lo obvio, revela las consecuencias
que provoca el suicidio en los círculos familiares y sociales.
En cuanto a su estructura lingüística, puede destacarse que
es un microrrelato compuesto por 249 palabras. La cantidad de adjetivos
en El suicida (alrededor de 10) muestra que Imbert domina
la escritura breve, ya que como es sabido, en esta modalidad literaria, si un autor
los emplea sin necesidad, puede maltratar el texto y limitar el cumplimiento de
sus características, lo que provocaría tener un microrrelato de mala calidad.
Por eso, como señala el escritor dominicano, Pedro Antonio Valdez (2020), en la
minificción deben evitarse todos los elementos innecesarios. Mientras más
tacaño uno sea, mejor.
Llama la
atención cómo Imbert utiliza adjetivos aislados para contribuir con la elipsis.
Recursos que le ayudan a establecer la complicidad y mantener la brevedad.
El ejemplo más evidente es con la palabra inútil, que
aparece en el siguiente contexto: “Disparó contra la sien las otras cuatro
balas. Inútil”.
Además, aparecen adjetivos que dentro del texto tienen la función de sustantivo, como es el caso de curiosos: “Cerró la Biblia, recogió las cartas y salió del cuarto en momentos en que el dueño del hotel, mucamos y curiosos acudían alarmados por el estruendo de los cinco estampidos.”.
Lic. Ólfir A. Guzmán Méndez
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