REFLEXIONES
SOBRE EL TIEMPO DE AISLAMIENTO
Cuando empecé a escuchar sobre el nuevo virus, eso a finales de 2019, nunca me imaginé que fuera tan fuerte y que nos llegaría para quedarse.
A
mediados de marzo nos empezaron a preparar para el encierro, con dosis mínimas
de tiempo. Fue creciendo hasta el punto que llevamos más de dos meses y parece
que continúa.
Al
principio se tomó como unas vacaciones (claro que desde que me pensioné tengo
vacaciones permanentes). Los estudiantes a tomar clases desde sus casas y los
empleados a trabajar virtualmente. En ese momento me di cuenta de que el país
es más pobre de lo que tenía en mente: no todos los hogares cuentan con el
computador y tampoco están conectados a una red de internet. Además venía el
cierre de negocios de los que viven del día a día, el confinamiento de los
informales y de tanta gente que no tiene recursos para sobrevivir el encierro.
A
medida que se alargaba el tiempo de confinamiento, el gobierno prometía alivios
monetarios que no han sido tan eficientes como se creía. No estamos preparados
para hacer las transacciones financieras. Si hay gente que recoge para pasar el
día, ¿cómo pretenden que tengan una cuenta bancaria? Entonces otro desarrollo
para hacerles llegar el subsidio. A las empresas les prometen ayudas
financieras a través de bancos que se benefician y no corren riesgos.
Las
regiones apartadas, con pocos recursos, sufren porque no tienen cómo atender a
los contagiados. Al sistema de salud, colapsado hace años, le exigen que
responda sin miramientos.
Cuando
se cuenta con los recursos suficientes para estar un tiempo sin producir, es
fácil encerrarse. Cuando a los independientes se les va agotando el dinero y
tienen hijos en colegios y universidades, la situación se vuelve estresante.
No todo
ha sido malo. He conocido emprendedores que le han sacado provecho y han ideado
negocios que les proporcionan un ingreso, así sea poco.
Cuando
nos permitan volver a las calles, vamos a apreciar el valor de la libertad, de
las amistades, de los viajes, del trabajo, en fin, de vivir en sociedad.
María
Elena Londoño Arango
Manizales
Tu escrito nos hace pensar en lo que dejamos de ver por vivir siempre a la carrera, por tener el mundo solo para nosotros, sin percatarnos, aunque tal vez de modo general, de la precariedad que nos rodea. Tal vez sea hora de soltar esa libertad que nos aprisiona y salir al mundo, no desde lo que hay afuera, sino desde lo que llevamos dentro. Hermosa reflexión en tiempos extraños.
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