HUBO UNA VEZ
En que las calles
tanto de día como en la noche
aplaudían en silencio
la soledad
era su carnaval
el aseo su mejor ofrenda
a las sombras no humanas
que las frecuentaban
Esa misma vez
recogidos en sus hogares
los humanos reconocieron
a sus compañeros de vida
pareja o hijos
un fantasma desconocido
lo permitió
Se aprendió a caminar pausado
se sabía dar las gracias
sonreírle al tiempo
aún en cielo gris
hablar con las aves que
picoteaban aleros y ventanas
ahora sí abiertas de par en par
Se celebró con regocijo
dejar a un lado la afeitada
idas al salón de belleza
visita obligada al ropero
para mejor lucir en el día a día
La prisa salió de vacaciones
se olvidó del despertador
las madrugadas para
tomar el autobús
sin dejar de lado eso sí
los deberes cotidianos
Se escapó de la clausura
el amor al prójimo
también el respeto
a los arroyos
al aire y las montañas
seres que desde antaño
silentes lo reclaman
En esa misma vez
renacieron los vecinos
por extraña coincidencia
su enemigo fantasma
solidaridad les motivó
La música alegró en pantallas
corazones de niños y grandes
el cine los puso a soñar
las palabras rompieron
el barrote invisible
y brotaron en cascadas de versos
cuentos y narrativas mil
Sobre alfombras de peces
viajaron a su más profundo interior
y descubrieron cuánto daño
a la naturaleza
sus malos hábitos
causaban
Al ser testigos inermes
de la partida hacia el silencio
de sus congéneres
se usaron pócimas e inciensos
en promesas de mejores seres
con sencillas vidas
si se pasaba aquella prueba
Aprecio a la vida
enseñó a la humanidad
esa vida monástica
aquella vez
Sí. Esto ocurrió
solo una vez
Ástrid Arboleda Fernández
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