Continuemos aprovechando la generosidad del portal Ciudad Seva del escritor LUIS LÓPEZ NIEVES (https://ciudadseva.com/texto/instrucciones-para-escribir-cuentos-o-novelas/) y repasemos los consejos prácticos que nos ofrece para mejorar nuestra narrativa.
Recorramos hoy el siguiente aparte 15 de Pura Literatura:
1.
"Mostrar" versus
"decir":
Para un escritor es fundamental comprender la diferencia
entre “mostrar” o “decir”. Al
“mostrar” estamos dándole al lector la oportunidad de “ver” o presenciar una
escena en directo, casi como si estuviera presente. Al solamente “decir”, no se
logra jamás el mismo efecto. Veamos unos ejemplos:
Un autor podría escribir:
El dentista le sacó una muela a Miguel. Fue muy doloroso.
Excesivamente desgarrador. Sufrió en exceso. Oh, qué experiencia penosa.
Leemos estas cinco oraciones y qué sucede. ¿Sentimos
dolor? ¿En realidad nos comunica la experiencia de Miguel? Podemos añadir un
adjetivo detrás de otro, podemos repetir cien veces que Miguel sintió dolor.
Pero el lector no siente nada porque la acción está “dicha”, no ha sido
“mostrada”.
Cuando contamos,
no podemos exigirle al lector que crea y sienta simplemente por fe o por
repetición. No bastan dos palabras: “sintió dolor”. Es necesario contar una
escena en la que, por medio de nuestro dominio del arte de narrar, “mostremos”
lo que deseamos que el lector “vea” y sienta.
Veamos cómo “muestran” dos maestros. El primer ejemplo consiste de
fragmentos del cuento “Cirugía“, del ruso Anton Chejov.
Un sacristán con dolor de muela ha ido a un dentista:…
(…) -Padre nuestro… Virgen Santísima… Ay…
-Así no… así no… ¿A ver? ¡No me agarre! ¡Suélteme!
-hala-. Ahora… Así, así… La cosa no es tan fácil…
-¡Santo padre! ¡Santa madre!… -grita-. ¡Ángeles del
cielo! ¡Ay, ay! ¡Pero hala ya, tira! ¿Te vas a pasar cinco años para
arrancármela?
-Esto de la cirugía… De un golpe no es posible… Ahora,
ahora…
Vonmiglásov levanta las rodillas hasta la altura de los
codos, mueve los dedos, los ojos se le desorbitan, respira fatigosamente… Su
cara, congestionada, se cubre de sudor, los ojos se le llenan de lágrimas.
Kuriatin resopla, se mueve ante el sacristán y sigue tirando… Transcurre medio
minuto horroroso y los fórceps se escurren de la muela. El sacristán se pone en
pie de un salto y se mete los dedos en la boca. La muela sigue en su sitio
(…)
-No veo nada… Espera a que recobre el aliento… ¡Oh!
(…)
Vonmiglásov permanece unos instantes inmóvil, como si
hubiera perdido el conocimiento. Está aturdido… Sus ojos miran estúpidamente al
espacio y su pálida cara está bañada en sudor.
-Si hubiera usado el pie de cabra… -balbucea el
practicante-. ¡Buena la hemos hecho!
Volviendo en sí, el sacristán se mete los dedos en la
boca y en el sitio de la muela enferma encuentra dos salientes.
En esta escena de Chejov,
no “dicha” sino “mostrada”, el lector puede sentir el dolor del sacristán a
quien le están tratando de extraer una muela.
Algunos lectores, incluso, me han dicho que les sudan las manos al leer este
cuento completo. El
narrador no necesita decir “le dolió”, mucho menos necesita decir “le
dolió mucho”. De hecho, noten que en ningún momento dice que al paciente le
dolió. No es necesario
decirlo porque lo estamos “viendo”. Somos testigos.
Veamos ahora un fragmento del cuento “Un día de estos” de
Gabriel García Márquez.
Un alcalde visita a un dentista:
Cuando sintió que el dentista se acercaba, el alcalde
afirmó los talones y abrió la boca.
Don Aurelio Escovar le movió la cara hacia la luz.
Después de observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una cautelosa
presión de los dedos.
-Tiene que ser sin anestesia -dijo.
-¿Por qué?
-Porque tiene un absceso.
El alcalde lo miró en los ojos.
-Está bien -dijo, y trató de sonreír. El dentista no le
correspondió. Llevó a la mesa de trabajo la cacerola con los instrumentos
hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías, todavía sin apresurarse.
Después rodó la escupidera con la punta del zapato y fue a lavarse las manos en
el aguamanil. Hizo todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdió de
vista.
Era una cordal inferior. El dentista abrió las piernas y
apretó la muela con el gatillo caliente. El alcalde se aferró a las barras de
la silla, descargó toda su fuerza en los pies y sintió un vacío helado en los
riñones, pero no soltó un suspiro. El dentista solo movió la muñeca. Sin
rencor, más bien con una amarga ternura, dijo:
-Aquí nos paga veinte muertos, teniente.
El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y
sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero no suspiró hasta que no sintió salir la
muela. Entonces la vio a través de las lágrimas. Le pareció tan extraña a su
dolor, que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores.
Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotonó la guerrera y
buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón. El dentista le dio un
trapo limpio.
-Séquese las lágrimas -dijo.
El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Mientras el
dentista se lavaba las manos, vio el cielorraso desfondado y una telaraña
polvorienta con huevos de araña e insectos muertos. El dentista regresó
secándose las manos. “Acuéstese -dijo- y haga buches de agua de sal.” El
alcalde se puso de pie, se despidió con un displicente saludo militar, y se
dirigió a la puerta estirando las piernas, sin abotonarse la guerrera.
Como Chejov, García Márquez no necesita “decir” que su
personaje siente un dolor inmenso. Por medio de las reacciones del personaje
nos lo “muestra”. Nuevamente, somos testigos.
De hecho, un buen
“truco” para confirmar que has “mostrado” bien es asegurarte de no usar ninguna
palabra (ni sinónimo) que comunique directamente lo que deseas “mostrar”. Es
decir, si quieres mostrar “dolor”, nunca usar la palabra “dolor”, sino “mostrarlo”.
Asimismo, si quieres “mostrar” amor (romántico o familiar), odio, ira,
aburrimiento o algo tan sencillo como un personaje que tiene miedo, para
“mostrarlo” es mejor narrar acciones del personaje que le permitan al lector
descubrir que el personaje tiene miedo, sin decirlo.
*
Bueno, ya
conocemos la diferencia entre “mostrar” y “decir”. Ahora hagamos una
pregunta sencilla: cuando
vamos a narrar, ¿es preferible “mostrar” o “decir”? La respuesta es evidente:
es mejor “mostrar”.
Entonces, ya que “mostrar” es mejor que “decir”, ¿para
qué “decir”? ¿Debemos
contar todo por medio de la técnica de “mostrar” y olvidarnos por completo de
“decir”? No.
Para cada técnica hay un momento. La respuesta breve es
la siguiente: usamos
“mostrar” para momentos importantes de nuestra narración, para escenas fundamentales;
por ejemplo, para la escena climática.
Un cuento (o
novela) consiste de una sucesión de escenas.
Veamos un cuento que consiste de siete escenas:
1. Un zapatero está en su lugar de trabajo.
2. Llega un amigo y le dice al zapatero que su esposa ha
sido golpeada por un auto en la calle Central esquina calle Parque.
3. El zapatero llega hasta al lugar del accidente en su
automóvil.
4. Estaciona su auto, se abre camino entre el público que
observa el accidente, la policía no le permite acercarse a su esposa, convence
a los policías y le permiten que llegue hasta su esposa, a quien le toma la
mano.
5. Los paramédicos la suben a la ambulancia y le dicen al
zapatero que no puede ir con ellos.
6. El zapatero busca su auto, se abre camino entre el
tráfico, llega al hospital, se estaciona y entra al hospital.
7. Llega justo a tiempo para que su esposa, tras besarlo
en la boca y decirle que lo amará para siempre, se muera en sus brazos.
¿Hay que “mostrar” las siete escenas?
En este caso, probablemente baste con mostrar la segunda,
cuarta, quinta y séptima escena.
1. No hay que usar una escena para “mostrar” que es
zapatero, porque eso se verá en la segunda escena, cuando el amigo llegue al
lugar de trabajo.
2. Sería bueno “mostrar” la segunda escena porque nos da
la oportunidad de conocer la reacción del zapatero ante la noticia. De una vez
vemos cuál es su oficio, dónde trabaja, en qué condiciones trabaja, etc.
3. No es necesario “mostrar” cómo llegó a la escena del accidente.
Basta con “decirlo”.
4. Quizás se quiera “mostrar” en detalle, en la cuarta
escena, las dificultades que tuvo para llegar hasta su esposa.
5. Quizás se quiera “mostrar” la quinta escena para que
los lectores vean la reacción del zapatero cuando le dicen que no puede subir a
la ambulancia.
6. No es necesario “mostrar” cómo llegó al hospital.
7. Sería obligatorio “mostrar” la escena climática, para
escuchar las últimas palabras de la esposa y “ver” su muerte y la reacción del
zapatero.
Es importante entender que todo lo dicho
por mí en los siete párrafos anteriores es meramente una versión de
cómo se podrían escribir estas escenas. El arte de narrar es muy complejo. Cada
“historia” puede contarse de millones de maneras diferentes.
Quizás, para la versión del escritor X, sea importante
“mostrar” la primera escena. Podría desear “mostrar” en detalle cómo es el
trabajo del zapatero, cómo es su personalidad, cómo se lleva con sus compañeros
de trabajo y con los clientes, antes de que el amigo llegue con la mala
noticia. En ese caso, se le podrían dedicar muchas páginas a la primera escena,
que para fines de mi ejemplo dije que bastaba con “decirla” o incluso obviarla
por completo.
Otro escritor podría optar por “mostrar” en detalle la
tercera escena. Contar que el zapatero está tan nervioso que apenas puede
encender su auto. Le sudan las manos. Llora. Está tan distraído y nervioso que
por poco choca el carro. Al llegar, antes de bajar del auto, apoya la cabeza
contra el guía y llora nuevamente. Al salir, se cae de rodillas, besa la tierra
y le ruega al cielo que proteja a su esposa. Etcétera.
Otro escritor podría usar esta misma tercera escena, que
yo descarté, para mostrar que el marido va en el carro fumando y feliz. Sonríe.
De vez en cuando suelta una carcajada. Escucha reguetón en la radio. Y llama a
una mujer con su celular y le dice: “Mi amor, estamos de suerte, creo que
pronto seré viudo. ¡Hay que celebrar!”
Este mismo escritor podría entender que basta con “decir”
la cuarta escena porque ya no es importante. En vez de mostrar toda la
situación, le bastará con decir: “Se abrió camino entre el público y convenció
a los policías para que lo dejaran llegar hasta su esposa, a quien le cogió la
mano”.
En resumen, es más
efectivo “mostrar”. Es un defecto que un cuento (o novela) esté todo
“dicho”. Más que una narración, vendría siendo casi un resumen, porque el
lector apenas podrá “ver” (o sentir) la acción y los detalles de la historia.
Como regla básica,
por tanto, las escenas más importantes de un cuento o novela deben “mostrarse”,
aunque todo dependerá del objetivo final del autor.
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