Antonio Mejía, su esposa Lucero Montes y sus hijos Simón, Felipe y Miguel, eran vecinos de mi hermana, a quien yo visitaba a diario, Este poema me impactó y siempre lo recuerdo. Se lo he dedicado a mi segundo hijo, Federico:
Conversación con el segundo hijo
En tiempos muy remotos, hijo mío,
los hombres fueron tristes, desiguales.
Los menos, por ser todopoderosos.
Los más, por ser esclavos y ser frágiles
.
También, en esos tiempos ya lejanos,
era el hijo mayor más importante.
Tenía derechos sobre los segundos,
a pesar del afecto y de la sangre.
Pero llegaron los libertadores,
Espartaco y Bolívar y sus ángeles.
Y poblaron el mundo de palomas
con las alas de todas las verdades.
Después de las espadas y las plumas,
hoy nacemos, por fin, todos iguales.
Lo importante es vivir, no de primeros,
sino con toda el alma. Nunca es tarde.
Para llegar al tiempo y a la vida,
al espacio, al amor, a las bondades.
Hay lugar para todos en el mundo:
Para los cabos y los generales.
Hay lugar para el
beso, para el surco.
Para el nido y la
cuna, no hay edades.
No hay segundo en la
paz, en la alegría.
Ni existe, en el
amor, segundas partes.
El viento no conoce
prelaciones,
ni sabe el padre sol
de prioridades.
A todos nos alumbran
y calientan
el corazón y el sol:
somos iguales.
Te lo cuento, hijo
mío, como hermano,
nací el sexto entre
diez, si no lo sabes.
Y nunca me han
faltado el sol ni el agua.
¡Y fui igual ante el pecho de mi Madre!
Antonio
Mejía Gutiérrez
Poeta
caldense (1942-2009)
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