El tiempo: una lima
Por: Ernesto Ozorno Domínguez
El cuento “¡Adiós!” narra una
historia ocurrida poco después de la guerra franco-prusiana. Toca
un tema esencial: la brevedad de la vida, el tópico
del carpe diem. Cuento
moderno y corto, elegido para este sencillo trabajo, de entre tantos
otros, por el tema que aborda y el estilo único de quien es considerado el maestro del cuento: Guy de
Maupassant.
Gracias a la narración del
personaje principal de “¡Adiós!” queda plasmado un sentimiento inherente al
corazón del ser humano: el sentido de la
finitud, la tristeza de ver correr las horas, “las
horas que limando están los días, / los días que royendo están los años” (Góngora
y Argote, 2014).
De acuerdo con la clasificación que
Norman Friedman hace de los tipos
de trama, podemos afirmar que en el cuento hay una educativa ya que “implica un cambio de
pensamiento para mejor”, con el estilo sobrio, sólido y real que caracteriza a
Maupassant, así como su templanza, la cual resultó ser su sello inconfundible
como testigo imparcial de los hechos que pretende motivar la reflexión.
Un narrador extradiegético comienza
la historia situando
a los personajes
en un espacio
(en una noche
de estío) y
en un ambiente
(melancólico, triste) concretos.
Son solamente tres (considerando los niveles narrativos que constituyen
la estructura del cuento). Al final podremos ver, por el proceso que viven, que
son redondos. Por la palabra ‘quizá’ en la frase: “[Enrique
Simón] estaba ya un poco obeso, de más de cuarenta y cinco años quizá, y muy
calvo”, podemos afirmar según la clasificación de Genette que se trata
de un narrador con
focalización interna, ya que su visión es restringida. Exterior a los
sucesos principales de la ficción y se ocupa de su narración. Genette distingue los niveles de narración
extradiegético, intradiegético (nivel de los sucesos narrados en el relato
primero) y el metadiegético (una narración dentro de una narración). Personas
«complejas» que sufren un cambio en el transcurso de la historia y continúan
siendo capaces de sorprender al lector. Corresponde a un punto de vista
restringido.
También se pueden encontrar otros
elementos que caracterizan al cuento moderno como la prolepsis, que augura el futuro más lejano de la
historia cuando apenas se está empezando a contar (un hecho que es el pasado
más cercano a su presente). Además, el cuento tiene un final abierto: “En
la noche, solo, en mi casa, me he contemplado largo tiempo en el espejo, muy
largo tiempo. Y acabé por recordar lo que había sido, por volver a ver en pensamiento
mi mostacho oscuro y mis cabellos negros, y la fisonomía joven de mi cara. Ahora,
era viejo. Un hecho que lo aterra durante seis meses hasta que asume la
revelación de su decadencia. Pedro Carnier toma la voz principal y se convierte en un narrador
intradiegético/homodiegético
cuando nos relata
su propia historia (relato analéptico, en voz ulterior), logrando que el espacio deje de ser estático
y pase a ser dinámico, con traslados y cambios de escenarios.
Esta es la historia de un hombre
que interrumpe un romance de tres meses. La historia de un hombre que dejó de
ver por doce años a la mujer de la cual se enamoró. Dos períodos que son elipsis determinadas. También llamada
anticipación, prospección o flashforward, incluso curforward. Un narrador de ficción (es
decir, dentro de una historia) que cuenta su propia historia. También llamada
retrospección o flashback o incluso cutback. Un suceso pasado que se narra.
Forma máxima de aceleración en un relato. En este caso es determinada porque
viene indicada con el período de tiempo elidido.
La escena conmovedora del
reencuentro es narrada por Pedro Carnier con un discurso restituido:
―Perdón,
señor, ¿no es usted el señor Carnier?, ―Sí, señora. Entonces ella se puso a
reír; era un reír contento de mujer simple, pero un poco triste, sin embargo. ―
¿No me reconoce usted? Dudé. Creía, en efecto, haber visto en alguna parte esa
cara; pero ¿dónde?, ¿cuándo? Le contesté: ―Sí... y no... La conozco,
cierta-mente, sin recordar su nombre. Ella enrojeció un poco. La señora Julia
Lefevre. [...] La miraba azorado. El narrador reproduce el diálogo. No lo resume ni lo reproduce en
estilo indirecto libre.
Cuán duro es el efecto, el de
la tristeza, el de la esperanza defraudada: Los años pasaron. No la olvidé
nunca. Su imagen encantadora quedaba ante mis ojos y en mi corazón. Y mi
ternura le permanecía fiel; una ternura tranquila, algo así como el recuerdo
amado de lo que había encontrado de más bello y de más seductor en la vida.
[...] La miraba azorado. Después le cogí la mano; y las lágrimas me subieron a
los ojos. Lloraba su juventud, lloraba su muerte. Pues no conocía a aquella
dama gorda. La manera en que Maupassant utiliza el recurso de la
descripción logra el tan esperado efecto que Edgar Allan Poe buscaba en sus
propios cuentos como nos lo dice en su Filosofía de la composición (1846). Un
rasgo constitutivo de la narración breve. Los pequeños detalles lo remarcan,
así como el comportamiento del protagonista, pues de no haber estado
profundamente enamorado de aquella belleza no le habría causado tal impacto,
tal dolor, tal decepción... ver su belleza muerta. No cabe duda de que
Maupassant fue un destacado discípulo de Flaubert. Emuló a su maestro en la
búsqueda de términos
precisos, en la sonoridad
de su discurso. Logró mostrar con
su obra “cuán pueril es creer en una realidad absoluta pues cada uno lleva la
suya propia en sus pensamientos y sus sentidos” (Maupassant, 1993).
Tomado de:
https://1library.co/document/yd8nw66q-el-cuento-adi%C3%B3s-narra-una-historia.html
Resaltados míos.
Galu
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