martes, 22 de octubre de 2024

Un par de hermosos poemas de dos grandes de la literatura: Jorge Luis Borges y Juan Ramón Jiménez

 

Lluvia

Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
el tiempo en que la suerte venturosa
le reveló una flor llamada rosa
y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
alegrará en perdidos arrabales
las negras uvas de una parra en cierto

patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto.

 

Jorge Francisco Isidoro Luis Borges*

*Escritor, poeta, ensayista y traductor argentino, extensamente considerado una figura clave tanto para la literatura en español como para la literatura universal.​

 

Aquella tarde, al decirle...

Aquella tarde, al decirle
que me alejaba del pueblo,
me miró triste, muy triste,
vagamente sonriendo.

Me dijo: ¿Por qué te vas?
Le dije: Porque el silencio
de estos valles me amortaja
como si estuviera muerto.

-¿Por qué te vas?- He sentido
que quiere gritar mi pecho,
y en estos valles callados
voy a gritar y no puedo.

Y me dijo: ¿Adónde vas?
Y le dije: A donde el cielo
esté más alto y no brillen
sobre mí tantos luceros.

La pobre hundió su mirada
allá en los valles desiertos
y se quedó muda y triste,
vagamente sonriendo.

 

Juan Ramón Jiménez Mantecón*.

*Poeta español. Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1956 por el conjunto de su obra, entre la que destaca la obra lírica en prosa Platero y yo.

sábado, 31 de agosto de 2024

El escritor manizaleño, John Hoyos, nos deleita con su costumbrismo epistolar

 

Manizales, 24 de agosto de 2024

 

En el día del lector

 

Querida Constanza:

¿Recuerdas cuando me caracterizaba porque alguien te decía Conny? Que tiempos aquellos, andábamos con la fiebre trotskista por las venas y yo decía que esa forma de nombrarte era pura penetración cultural imperialista. Quién iba a pensar que viajarías al norte, conquistarías a un rubio anglosajón y le darías tres retoños a quienes te empeñas en enseñarles el español. ¡Las vueltas que da la vida!

Yo en cambio, todavía vivo a la sombra del Cumanday y de Poleka Kasue (este es el nombre indígena del nevado Santa Isabel y significa "Doncella de la montaña"), trasegando las calles de esta ciudad que tanto amo y viviendo el sueño de un americano, pero de los del sur.

Pensarás el porqué de mi tozudez escribiendo cartas aún, si es mucho más barato, más rápido y a tono con los tiempos que corren enviarte un correo electrónico. Pues bien, todavía soy un romántico sin redención, sigo anclado en el siglo XX y me niego a la desaparición del género epistolar.

Como decían antaño: paso a explicarte la razón de esta epístola. Soy un enamorado de las calles. Me gusta caminar por ellas, mirar las fachadas, entretenerme en las vitrinas, observar las luminarias, ponerme triste por la desaparición de alguna casa y sorprenderme con las nuevas construcciones. En ocasiones la ciudad nos brinda alguna sorpresa. Y esto fue lo que me ocurrió en días pasados.

Era un viernes por la noche y hacía mucho frío en las calles cubiertas de neblina. A estas alturas del partido ya no me ataca el duende travieso de la rumba, esperaba la buseta para mí barrio y llegar a casa para seguir en la lectura de un libro que me tenía atrapado: "El hombre que amaba los perros" del cubano Leonardo Padura.

Entonces me llamó la atención un aviso de neón, en letras verdes de tamaño pequeño rezaba: QUANTICO. Si así, como la academia de espías que tiene la CIA en el país donde moras. En la segunda línea con letras blancas decía: TABERNA LIBRO.

Y en la última, con grandes letras rojas ponía: NO ENTRE.

Los colores, y en su orden, del glorioso Once de Caldas.

Entenderás que el anuncio de marras me tocó las entrañas. Primero por el nombre que me evocaba las novelas de Ian Fleming que yo leí en unos libritos que cabían en el bolsillo.

La segunda línea me pareció una combinación apasionante, ya sabes de mi debilidad por los buenos rones y los libros añejos, mucho mejor cuando huelen a viejo y con devastadores ataques de polillas. ¿Y qué de la tercera? ¿Una invitación, una provocación o una prohibición?

Como estrategia publicitaria era contundente, así como los restaurantes de medio pelo que se anuncian: FAMOSO DESDE 2024.

Sin vacilar bajé las escaleras que llegaban al establecimiento pues quedaba bajo el nivel de la calle.

Lo primero que sentí fue un agradable olor a bosque que se imponía sobre los consabidos aromas para el aseo. Era lógico, las paredes estaban enchapadas en tablas de madera rústica, las sillas, las mesas y la barra eran del mismo material. Tenía una luz tenue, no como los antros penumbrosos que solo invitan a los devaneos sexuales y la música flotaba en el aire con un volumen suave que invitaba a la conversación.

La melodía que llegó a mis oídos, ya muy deteriorados y en el borde del abismo de la sordera, fue "El ratón" esa canción de Cheo Feliciano que solo provoca amacice. Las lámparas eran de guadua con tiras de trozos de bambú y semillas tropicales. En la pared colgaban unos afiches bien enmarcados y muy de mi gusto. Los Beatles cruzando la calle de Old Abbey Road, la lengua del sello disquero de los Rolling Stones y otro de don Gabriel José de la Concordia García Márquez con la lengua también afuera. Este siempre me ha gustado, dicen las malas idem que fue una foto tomada en el tren cuando regresó a Aracataca. Lo vi por primera vez en la biblioteca pública de Chinchiná.

En la barra estaban sentados dos parroquianos solitarios y solo una de las mesas estaba ocupada. Yo seguí hasta el fondo y me senté en una mesita con las espaldas contra la pared. Una precaución que tomo como si fuera un mafioso en conflicto con otros capos.

A mi mesa llegó una chica y con el sensual acento de quienes viven en las laderas del Galeras me preguntó:

―¿Qué desea tomar?

―Un ron ―le respondí.

―Tenemos ron Viejo de Caldas en varias presentaciones. El tradicional, Juan de la Cruz, añejo de cinco años y León Dormido.

Decidí darle una azotaina a mi menguado bolsillo y pedí un doble de León Dormido.

―Solo y, si me lo sirve en una copa de coñac, mejor.

Ya sabes, para tomarlo despacio y dándole calor, como si fuera una bebida para los dioses.

Espero Constanza que no te estes aburriendo con esta carta tan larga, pero el asunto vale la pena. Sigo pues: me dediqué a observar el lugar con más tranquilidad y el ambiente me cautivó. En las paredes había muchas fotografías de escritores que sería muy tedioso enumerarte. Te diré de dos que me llamaron la atención: una de don Jorge Luis Borges con su gato Beppo y otra de don León de Greif fumando pipa y con una copa en la mano. Otras eran de músicos latinos y de rock and roll como Rubén Blades, Benny More, Janis Joplin y Jim Morrison. También una foto de Mozart enorme, aparecía a las carcajadas. Seguro era sacada de la película AMADEUS. A un costado de

 la mesa donde me encontraba estaban unos anaqueles en madera rústica y con numerosos libros. En la parte superior, un letrero que decía:

"Tome uno y léalo. Lléveselo si quiere, pero cuando regrese traiga otro para compartir sus aventuras literarias". Qué tal, Constanza. ¿No te parece una bacanería?

Al otro lado un panel que me conmovió y me regresó a mis años mozos. Fotos de Fidel Castro, Ernesto Guevara, Augusto Cesar Sandino, Camilo Torres, Camilo Cienfuegos, Vladimir Ilich Ulianova (conocido en los bajos fondos como Lenin) y la que más me impactó: Liev Davidovich Bronstein (alias Trotsky) con un perro. El libro que me tenía atrapado trata de su asesinato por Ramón Mercader.

Fué como entrar en un túnel del tiempo. Me transporte a un pasado, ya lejano, cuando frecuentábamos la taberna Kien de la calle 24 y entre ron y ron tratábamos de torcer el destino del mundo a los gritos. ¿Recuerdas aquellas calendas cuando te invadió una fiebre separatista y ondeabas la bandera de Antioquia Federal? Sería como un paraíso, me decías: Antioquia, las sábanas de Córdoba, una parte del Chocó para salir al Pacifico, los tres departamentos del viejo Caldas, el norte del Tolima y el norte del Valle del Cauca. ¿No te parece? Adiós al horrible centralismo de Bogotá. Yo te escuchaba con paciencia y una vez me desahogué y te dije: Oigan a mi mamá. Bastante tenemos con el imperialismo Yanqui, con el ruso y el chino y usted, " China hereje", nos quiere imponer el imperialismo paisa. No jodas Constanza, ¿te imaginas a monseñor Builes hablando contra los liberales en el púlpito de la catedral?

Ay mi querida amiga, su Merced ya estaba al norte del rio Bravo cuando empezó el furor del cártel de Medellín, era mucha la nieve que había visto caer cuando las autodefensas, aupadas por el hombre del Ubérrimo, le dieron su bañito de sangre al país. Y todavía no había llegado a Manizales la pujanza paisa, la que se adueñó de la telefónica, la que compró la mayoría de la Chec, la que quería Aguas de Manizales y la empresa de aseo. La que impuso un alcalde que borró mi barrio San José del mapa de la ciudad, la que me ocasionó la pesadilla de ver la Catedral transportada sobre balineras para ser instalada en Barrio Triste. Menos mal que la clase dirigente de la ciudad reaccionó, tarde, y les pararon el abusivo expansionismo. Pero me estoy trepando por las ramas y no pretendo llenarte de tedio en esa población llamada Springfield.

Volvamos a Quantico. La taberna ya estaba muy animada con una concurrencia variopinta. Estudiantes, oficinistas y ejecutivos en busca de alguna canita al aire. La música era un agradable equilibrio entre salsa, rock, protesta y boleros. Para darte una idea ya había escuchado Juliana de Cuco Valoy, Escaleras al Cielo de Led Zeppelin, La Maza de Silvio Rodríguez, La Bohemia de Charles Aznavour y uno que otro boleto. Nada de rancheras ni tangos. Bueno, tango sí. La Balada para un Loco de Astor Piazzolla.

¿Y yo? Bien, gracias. En la pequeña pista de baile había tres parejas y estaba buscando alguna fémina para pisarle los callos. Ya andaba por el tercero o cuarto ron cuando sucedió. Y este es el objeto de esta carta.

En la puerta estaba un muchacho como desorientado y con un aire de desamparo que me impactó. Tenía el pelo lacio, partido en línea recta sobre la cabeza y un poco más abajo de los hombros. Llevaba unos lentes gruesos, una camiseta de manga corta, unos jeans azules desteñidos y tenis blanco. Yo me dije: este tipo se va a morir de frío. Entró con paso vacilante y se dirigió al baño. Cuando salió, me interpuse en su camino y lo invité a unos rones. Casi como un acto de misericordia. Aceptó y se sentó a mi mesa. Sería un atentado contra mis finanzas pedir una botella de León Dormido, entonces le dije a la chica que nos trajera "mediecita de ron normal", así con ese diminutivo que tanto usamos los colombianos.

Por su acento ya tenía ubicado a mi ocasional compañero. Era del valle del Cauca y como si hubiera adivinado mi pensamiento empezó a decir:

Yo vengo de Cali y el frío me va a matar. Estaba en un cine-club dando una charla sobre cine y literatura y aquí me refugie para buscar un poco de calor.

Era de agradable conversación, pero le costaba vencer la timidez. Me dijo que el lugar era agradable y acogedor. Me contó que había estado en California, no le entendí si estudiando cine, pero que había regresado a Cali. Volvió con una fiebre apasionada por el rock and roll, pero había descubierto la música antillana. Tenía una amiga llamada Mariángela y un amigo a quien le decían Ricardito, El Miserable quien había probado todo tipo de drogas y que era cliente asiduo del Hospital Siquiátrico de San Isidro. Me dijo que escribía sobre cine y que tenía una novela de mucha música. Era de charla agradable, pero estaba un poco nervioso y miraba a todos los lados. Me pidió disculpas y salió para el baño. Después me agradeció con la mirada, caminó hacia la puerta de QUANTICO y se perdió en la neblina de Manizales.

Yo me quedé solo y tan desamparado como él frente a la mitad de media botella de ron.

Su imagen no me abandonaba y era tan cercana a mí. Me serví un ron doble y seguí pensando en el muchacho caleño con quien había libado varios rones de caña y se había perdido en las calles de Manizales. Ese día no era la primera vez que lo veía. Él llegaba a mí de un pasado ya remoto.

Me tomé otro doble y me puse a mirar las fotografías de escritores cuando lo vi: ANDRES CAICEDO. El autor de QUE VIVA LA MUSICA. Aquella novela que tanto me gustó en mi juventud. El mismo que se tomó cincuenta seconales y se largó para siempre por los aires de la eternidad. Abrí y cerré lo ojos, sacudí la cabeza, me pasé la mano por la frente y me bebi otro doble de Viejo de Caldas.

Mire otra vez la foto y si, era él. ¿Qué me pasa? ¿Un delirio de ron?

Llamé a la chica, pagué la cuenta, metí lo que quedaba de licor en mi mochila y salí a la fría, nublada y desierta calle de Manizales en busca del ectoplasma de Andrés Caicedo.

 

Entiendes Constanza la razón de esta carta. Por favor no pienses que estoy loco, que talvez fue un sueño, una alucinación o un exceso de alcohol. Todo fue real.

Te aprecio y te recuerdo en la distancia. Perdona los errores de ortografía y redacción.

Tu amigo,

             John.

martes, 6 de agosto de 2024

El hambre como Dios, una reflexión poética de John Hoyos

 

El hambre, como Dios,

es la única muchacha ubicua de la ciudad.

En la plaza nos la topamos,

nos encontramos con ella en las esquinas,

sentimos su mirada en los recovecos de los oscuros callejones

y en los elegantes bulevares camina oronda a nuestro lado.

 

Todos los habitantes de las urbes

parecen estar en una eterna batalla contra el hambre.

 

En los parques se come,

los puestos de viandas callejeros parecen arsenales proveyendo municiones para la contienda,

en los bares se pica,

en las bibliotecas los bocados llegan clandestinos a la boca

y hasta la gula, hambriento pecado capital, aparece en las iglesias.

Pero estas son apenas escaramuzas contra un hambre que no es real.

No luchan contra el hambre que agosta los músculos,

la que apergamina la piel y la resquebraja,

la que quita el brillo del cabello

y llena de nubes las miradas.

Esas hambres pequeñas no conocen a su hermana mayor: la hambruna.

La que llega con la guerra,

la compañera de catástrofes

y la precursora del apocalipsis.

 

Hay muchos hambrientos en la ciudad

y son muy fáciles para encontrarlos.

Parecen ubicuos.

Andan, a toda hora, perseguidos por otras hambres más peligrosas.

El hambre del dinero,

el hambre del poder,

el hambre del sexo,

el hambre de la fama.

Estas hambres son más mortales

que las que acechan en Somalia,

más letales que las que frecuentan en India,

más contundentes que las que azotan en La Guajira

y más pervertidas que el hambre de la hambruna.

Y eso es ya mucho decir.

 

John Hoyos.

domingo, 19 de mayo de 2024

¿Qué tal unos buenos textos sobre la angustia personal, la otredad o la duplicación subjetiva?

 Tomados de material temático Máster en Escritura Creativa - UNIR


 

LO FATAL

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,

y más la piedra dura porque esa ya no siente,

pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,

ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,

y el temor de haber sido y un futuro terror…

Y el espanto seguro de estar mañana muerto,

y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,

y la carne que tienta con sus frescos racimos,

y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber a dónde vamos,

ni de dónde venimos!…

Rubén Darío


 

 NADIE

 Me asomo hasta tu hondura, centro y brocal

de pozo sin respuesta,

con el recurso azul que va enseñándome

a hablarle a tu silencio. De qué me sirve ser

tu persona interpuesta aunque sepa entre quiénes,

con este modo hecho a tener hambre tuya,

alta ausencia que así me desamparas

sin que ya ni siquiera quieras llamarme nadie.

María Victoria Atencia


 

EL EXTRANJERILLO

Mirar y desaparecer tras la mirada vacía

disolverse, verse reflejado en la propia disolución,

sentirse fuera de lugar, extranjero en propia casa,

irse incluso de uno mismo, dejar de ser, dejarse,

abandonarse, perderse como en la distancia,

se pierde el deportado, ser una pérdida, una fuga,

alma o pájaro de luz, palabra arrastrada por el viento,

aire confundido en el aire, ser ya nadie entre todos,

ser ya nada para volver entonces a serlo todo.

Alfredo Saldaña



EL OTRO

Cuando se disipó el vaho, vio que el espejo reproducía en detalle el 

baño donde él estaba, aunque lo que reflejaba era otro baño. Vio la 

imagen de un hombre desnudo que se le parecía en todo, pero no 

era su imagen. Vio que la extrañeza en la cara del espejo era idéntica 

a la suya, aunque no era su extrañeza. Y cuando aterrado abrió la 

boca para gritar, vio que al otro le faltaban dos incisivos con los que 

él efectivamente contaba.

—¡Ah! ¿Con que esas teníamos? —murmuró.

Y recuperó la calma.

Raúl Brasca

 

 

HERMANOS

Qué oscuridad debajo de ese sueño. Puedo oler el sudor de mi 

hermano y oír su placidez desesperante. Pero no alcanzo a verlo. 

Hoy no ha hecho nada para ganarse el sueño. Tampoco lo hizo ayer. 

Vive de gracia, sin pensar, contento. Se despierta feliz, se levanta 

para asearse y aseado llega el primero a la mesa. Desayuna sin 

penas, sin dudas, sin angustias. Su tostada es hermosa y la muerde 

con gusto y la mastica con un placer surgido de la calma. Yo apenas 

he dormido, me he levantado hastiado, he comido sin hambre y ya 

tengo encima el horror de otro día nacido para nada.

José María Micó

 

 

 

 

 


domingo, 12 de mayo de 2024

Un poema perfecto para este día de las madres

12 de mayo. En tu día (en el de tu ser cercano)
 
Las voces de la arcilla
 
En tu vasija…
se acurruca un leve canto.   
 
Con suspiros de la tierra,
gemidos y deseos
y un hálito que viene de otro barro,
se cuecen los momentos
que moldean tu cintura.
 
Cuando el cántaro se rompe
se escucha un mutuo llanto,
en el instante mismo
en que te inunda la alegría
con su cántico de lágrimas.
 
Georges René Weinstein


sábado, 27 de abril de 2024

Un microrrelato vinculado a la ciencia

 

De Juan Jacinto Muñoz Rengel (2013), donde la metáfora científica einsteniana se vincula, como suele ser habitual, con elementos subjetivos:


 RELATIVIDAD

«La mosca revolotea sobre las ramas del árbol, ajena al camaleón que sigue su zigzag crispado con los globos de sus ojos giratorios. El reptil calcula la pauta de su trayectoria, y trata de enfocar al insecto con ambos ojos antes de proyectar la lengua que esconde en su boca, por completo ignorante del hombre que a unos metros de distancia graba toda la escena con su cámara. El humano no sabe que, en ese momento, un ser inteligente de otra galaxia espiral utiliza su tecnología de observación para estudiar sus comportamientos a cuarenta y dos millones de años luz de distancia. Ninguno de ellos puede imaginar, por supuesto, que yo llevo un rato contemplando cada movimiento desde

la inmensa lejanía de otra estructura cósmica, desde otro supercúmulo situado a doce megapársecs. No pueden imaginarlo porque, entre otras cosas, todos ellos dejaron de estar vivos hace millones de años, y se extinguieron junto a sus formaciones estelares y sistemas planetarios. Una súbita comezón me recorre las yemas de la membrana plástica

ventral. Es un picor persistente, y siento el impulso de aliviarlo; pero me contengo. Y muy despacio, casi con disimulo, desvío mi sistema de observación hacia las jóvenes protogalaxias distantes, apenas dibujadas, desde las que me observarán en el futuro» (pp. 108-109).

 

Tomado del material de la asignatura Experimentación y Nuevas Formas de Expresión Literaria, UNIR.

jueves, 25 de abril de 2024

Unas gotas de disfrute: Poesía y ciencia


Poemas a propósito de literatura conectada con ciencia

 

 

De Alberto Tendero:

 

RELATIVIDAD

 

Es de noche y desde este mirador

contemplo la ciudad como un rosario

de estrellas incapaces

de remontar el cielo. En una de ellas,

la pálida ventana de la 630,

mi padre está muriéndose.

Desde aquí es imposible distinguir

su luz entre las luces

que alguien diría hermosas

como una pira funeraria.

Contemplo hipnotizado cómo arde

y al mismo tiempo estoy con él, ahí,

haciéndome a la idea,

apurando su llama, reteniéndola

sin querer y queriendo en la memoria.

Aunque ya no sucede en primer plano,

no deja de ocurrir ese recuerdo:

Pregunta ¿Y para qué? Y yo le respondo:

Vivamos este ahora.

Su luz, como una estrella que murió,

y sin embargo vemos aún brillar,

sigue parpadeando todavía,

a sideral distancia, en estos versos.

 

…………………….

 

 

De Federico García Lorca:

 

EL ÚLTIMO PASEO DEL FILÓSOFO

 

Newton

paseaba.

La muerte lo iba siguiendo

rasgueando su guitarra.

Los gusanos roían

su manzana.

Sonaba el viento en los árboles

y el río bajo las ramas.

Wordsworth hubiera llorado.

El filósofo tomaba posturas inverosímiles

esperando otra manzana.

Corría por el camino

y tendíase junto al agua

para hundir su rostro en

la luna reflejada.

Newton

lloraba.

En un alto cedro dos

viejos búhos platicaban.

 

…………………….

 

De Inma Pelegrín:

 

ANTIMATERIA

 

Hay un vértigo oculto en cada átomo.

En la mínima parte de las cosas

se encuentra, pertinaz, la inconsistencia.

Unas pocas partículas,

que giran incesantes alrededor de un punto,

dan como resultado

la aparente quietud de la sustancia.

Cuando en el interior de la molécula

hay un ochenta y cinco por ciento en vacuidad,

la solidez es una presunción.

Tal vez sea la causa

por la que no podamos

tener una certeza o un principio al que asirnos:

saber que nuestros cuerpos,

lo que quisimos ser y lo que amamos,

la tierra que lo habrá de cubrir todo,

la materia de cuanto conocemos

está principalmente

compuesta por vacío.

 

…………………….

 


domingo, 21 de abril de 2024

Algunos poemas del poeta César Vallejo, el poeta preferido de Irene Vallejo

La gran escritora española, Irene Vallejo, por estos días en Colombia, mantiene en su mesa de noche un libro de su poeta predilecto, César Vallejo*.

Acá algunos de los  poemas del autor. 

Estos primeros son de filiación modernista. Luego vendrían otros con su diferenciación expresiva y coincidientes con la irrupción del vanguardismo a nivel mundial.


Del libro Los heraldos negros (1918):


AUSENTE

Ausente! La mañana en que me vaya

más lejos de lo lejos, al Misterio,

como siguiendo inevitable raya,

tus pies resbalarán al cementerio.

Ausente! La mañana en que a la playa

del mar de sombra y del callado imperio,

como un pájaro lúgubre me vaya,

será el blanco panteón tu cautiverio.

Se habrá hecho de noche en tus miradas;

y sufrirás, y tomarás entonces

penitentes blancuras laceradas.

Ausente! Y en tus propios sufrimientos

ha de cruzar entre un llorar de bronces

una jauría de remordimientos!


AVESTRUZ

Melancolía, saca tu dulce pico ya;

no cebes tus ayunos en mis trigos de luz.

Melancolía, basta! Cuál beben tus puñales

la sangre que extrajera mi sanguijuela azul!

No acabes el maná de mujer que ha bajado;

yo quiero que de él nazca mañana alguna cruz,

mañana que no tenga yo a quién volver los ojos,

cuando abra su gran O de burla el ataúd.

Mi corazón es tiesto regado de amargura;

hay otros viejos pájaros que pastan dentro de él…

Melancolía, deja de secarme la vida,

y desnuda tu labio de mujer…!


BABEL

Dulce hogar sin estilo, fabricado

de un solo golpe y de una sola pieza

de cera tornasol. Y en el hogar

ella daña y arregla; a veces dice:

«El hospicio es bonito; aquí no más!»

¡Y otras veces se pone a llorar!


LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán talvez los potros de bárbaros atilas;

o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,

de alguna fe adorable que el Destino blasfema.

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones

de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como

cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!


*CÉSAR ABRAHAM VALLEJO MENDOZA (Santiago de Chuco, Perú, 16 de marzo de 1892.

París, 15 de abril de 1938). Poeta y escritor peruano considerado entre los más grandes innovadores de la poesía del siglo XX. Fue, en opinión del crítico Thomas Merton, «el más grande poeta universal después de Dante». Publicó en Lima sus dos primeros poemarios: Los heraldos negros (1918), y Trilce (1922), 




martes, 19 de marzo de 2024

Hoy se ha mudado de casa nuestra gran poeta colombiana BEATRIZ ZULUAGA. Descanse en paz



¡Definitivamente diles que me mudé de casa! 
Me cansé de esperar la esperanza y fui a buscarla.
Que eché llave a la puerta y no regreso.



Le tengo horror 
a un día gris para morir,
 me parece más fácil 
dar el paso en mitad del sol 
sobre una pradera interminable,
 amarilla, deslumbrante.
 Porque no puedo imaginar 
el infinito entre la niebla. 
(Del libro Este cielo boca abajo)


Copio algunos apartes del homenaje que tuve el gusto de brindarle a Beatriz en el marco del II Encuentro de mujeres escritoras de Caldas en septiembre de 2021
















PAZ EN TU TUMBA



domingo, 10 de marzo de 2024

A raiz del día de la mujer: inspiración de los poetas Georges Weinstein, Ástrid Arboleda y John Hoyos

 

De Georges Weinstein:


Mujer

(8 de marzo):

 

Volvería a su silencio

el universo,

desatando otro Big Bang

para crearla,

¡si se agota, Mujer,

esa palabra!

                    Georges W.



De Ástrid Arboleda:

 

Mujeres somos

 

mujeres

somos

Saltamos muros

tras nuestras metas

Apostamos el corazón

por un asombro.

 

Si perdemos la partida

de la mano del miedo

ganamos la batalla

en un verso.

 

Errores convertimos en futuros logros.

Cual faro para el náufrago

iluminamos nuestra

propia barca. 

Retomamos la senda.

 

Somos seres

de carne y hueso

no muñecas de tienda

ni robots

Somos templo del amor

ópalos sagrados.



De John Hoyos:

 

A las recolectoras de copitos blancos en grandes pacas,

a las que llenan los canastos de granos rojos,

a las que nos sirven los tintos en las cafeterías,

a las que mantienen los pasillos relucientes,

a las que están paradas frente a los fogones de leñas,

a las vendedoras de ilusiones con el chance,

a las que nos reciben el dinero en los bancos,

a las marchantas de las plazas de mercado,   

a las barraganas paradas en los quicios de las puertas,

a las que cuidan los bebés ajenos,

a las que enseñan en las escuelas,

a las que velan a los enfermos,

para todas ellas y, sobre todo,

a las poetas de este grupo,

muchas felicidades en su día.

                                                John Hoyos

 

 



martes, 20 de febrero de 2024

Un nuevo texto poético costumbrista del escritor John Hoyos

 

LOS ANDENES


Las aceras son las muchachas

más sico-rígidas de la ciudad.


A veces con adoquines,

otras con baldosines

y siempre con líneas rectas trazadas en su concreto.


¡Tan cuadriculadas ellas!


Por aquello de su vida tan arrastrada

tienen cercanía con las alpargatas y las chanclas.

Se precian de saber cuáles peatones estrenan zapatos

y quiénes precisan de un cambio urgente de suelas.


Muchos las acusan de mironas,

más que las luminarias,

pues se divierten mirando las pantaletas de las damas

y hacen apuestas sobre el color de las tangas de las chicas que las pisotean. 


Odian los tacones de puntillas,

las hieren en sus entrañas.


En los días de lluvia

se mofan de quienes caen de espaldas

y sienten enorme placer besando sus traseros.


Se estremecen cuando los chicos las pintan para jugar rayuela

(Buenos días, don Julio) y, 

en tiempos pasados, 

eran las rutas de Vueltas a Colombia con tapas de cerveza.


Están orgullosas de su labor social,

son el duro lecho de los habitantes de calle

y la vitrina de vendedores informales.


Dicen que ocupan el nivel más bajo del amueblamiento urbano, 

no lo creen así, siempre están más altas que las calzadas.


Les parece ridículo el lenguaje inclusivo, 

se sienten bien como andenes o como aceras.


                                                           John Hoyos