Aprovechemos la generosidad del portal Ciudad Seva del escritor LUIS LÓPEZ NIEVES (https://ciudadseva.com/texto/instrucciones-para-escribir-cuentos-o-novelas/) y repasemos los consejos prácticos que nos ofrece para mejorar nuestra narrativa con los temas de ESCRITURA.
ESCRITURA
2. Adverbios terminados en
"mente"
La escritura
utilitaria solo tiene un objetivo: comunicar un mensaje. El empleado le escribe a su jefe: “Señor, ayer vendí
los tomates rápidamente“. No hay que criticar a este empleado por
usar un adverbio terminado en “mente”. Al contrario: usó la palabra justa para
comunicar su mensaje.
La escritura
literaria, en cambio, no es utilitaria; interesa lo que se dice,
por supuesto, pero también cómo se dice. El “estilo” es parte
fundamental de la escritura literaria.
Gabriel García Márquez es famoso por el desdén que sentía
hacia los adverbios terminados en “mente”. Recomendaba no utilizarlos.
Sin embargo, al disponerme a escribir esta nota sentí
curiosidad y visité cuentos de otros grandes autores. En “La noche boca arriba“, uno de los cuentos más célebres de Julio Cortázar, conté
18 adverbios terminados en “mente”. En “El Aleph“, destacado cuento de Jorge Luis Borges, conté 25. Ambos
textos son relativamente breves.
Por tanto, me es imposible afirmar que la utilización de
adverbios terminados en “mente” es un defecto. ¿Puede serlo si dos cuentos
magníficos tienen 18 y 25 “mentes”?
Lo que sí creo evidente es que no se debe abusar de los
adverbios terminados en “mente”.
Veamos la teoría: un adverbio modifica un verbo. Es decir, nos ofrece
“información adicional” sobre el verbo. Si alguien “vende” un producto solo
sabemos que lo vendió. Nada más, porque el verbo “vender” no incluye
información adicional. Pero si un producto se vende “rápidamente”, el adverbio
nos dice cómo se vendió (con rapidez). Es información adicional.
Creo innegable que un texto literario se enriquece cuando
no despacha esta información adicional con un frívolo “rápidamente”, sino que
opta por describir cómo se llevó a cabo la acción.
Comparemos dos versiones:
1. Vendí los tomates rápidamente.
2. No sé qué ocurrió. Tan pronto entré a la plaza de mercado,
unas treinta mujeres corrieron en dirección mía con tanta histeria que me
escondí debajo de mi carreta de tomates. Pero no era conmigo el asunto. Asomé
la cabeza y las vi agarrando, examinando y oliendo los tomates con cariño. No
supe reaccionar, hasta que una de ellas me miró irritada y exclamó: “¿Vas a
vender los tomates o a reparar las ruedas de la carreta?” Ellas mismas estaban
echando los tomates en bolsas y hacían turno frente a la balanza. De pronto,
perdido el miedo, me puse de pie, agarré la bolsa de la primera clienta en la
fila y pesé los tomates que soltó con un suspiró. Le dije: “Son cinco pesos”.
Los pagó sonriente. Y en cuestión de cuarenta y cinco minutos vendí todos los
tomates; por lo general me tarda un día entero venderlos.
En el caso de un cuento o una novela, es obvio que la
segunda opción es más rica que la primera. No se conforma con decir que los
tomates se vendieron “rápidamente”, sino que le “muestra” al lector cómo se vendieron de manera rápida.
Pensemos en cualquier otro ejemplo al azar. Usemos
“dulcemente”.
1. Su novia le pidió dulcemente que fueran a la heladería.
2. Natalia agarró el brazo de su novio para que se detuviera. Lo
miró con ojos sensuales y alegres. “Amorcito”, le dijo con una sonrisa coqueta,
mientras le pasaba la mano por una mejilla, “¿por qué no vamos a la heladería
que tanto me gusta? ¿Me complacerías? ¿Sí?”
Otra vez está claro que el segundo ejemplo puede ser más
interesante desde el punto de vista literario.
Sin embargo, hay momentos en que un adverbio terminado en
“mente” es quizás la palabra más precisa. Por una parte, porque en realidad no
hay otra manera de comunicar lo que queremos decir. Además, porque no es
necesario crear una escena completa, o un párrafo entero, si podemos lograr
nuestro objetivo de manera satisfactoria solo con un adverbio.
Pienso en el siguiente ejemplo:
Al encontrarse de frente con el asesino, el policía disparó
rápidamente.
Podríamos, por supuesto, escribir un párrafo completo
para mostrar la rapidez con que disparó el policía, ¿pero es necesario?
En el cuento de Cortázar encuentro la siguiente oración:
Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera.
Me parece que Cortázar, maestro indudable de la palabra,
utilizó este adverbio terminado en “mente” porque en el contexto de su cuento
le bastaba. Por supuesto que Cortázar tenía la capacidad para describir cómo
fue que movieron el brazo para que no le doliera. Pero es obvio que él no
consideró importante entrar en tanto detalle. Concluyó que bastaba con el
adverbio para comunicar que se lo movían “cuidadosamente”. No quiso decir más.
En fin, concluyo que no debemos abusar de los adverbios
terminados en “mente”, pero que (a pesar de mi gran admiración por Gabriel
García Márquez) tampoco es fundamental eliminarlos por completo.
Personalmente tengo una regla arbitraria que aplico a mis
cuentos y novelas: nunca usar más de un adverbio terminado en “mente” por
página. Cuando finalizo el cuento o la novela, y comienzo la revisión, uno de
mis primeros pasos es ir a la primera página y empezar el implacable exterminio
de todos los “mente” que puedo erradicar con relativa sencillez (ver las cuatro
recomendaciones al final de esta nota). Una vez llego al final, empiezo de
nuevo por la primera página. Si encuentro que en alguna de ellas ha quedado más
de un “mente”, y si no se me ocurre un sustituto rápido, entonces respiro
profundo, busco un refresco, me subo las mangas, abro varios diccionarios de
sinónimos y empiezo a rehacer oraciones, y hasta párrafos completos, para
eliminar los “mente” que exceden mi regla de uno por página… aunque, como
siempre ocurre en la literatura, de vez en cuando hago excepciones.
Aclaro que esta regla solo la aplico a mi obra narrativa,
en la que aspiro a la perfección. En el caso de artículos, entrevistas u otros
textos utilitarios, como estas Instrucciones para escribir
cuentos o novelas, pues ya por
instinto evito los “mente” excesivos, pero no me obsesiono. Si hay más de uno
por página, y si me parece que son útiles, pues los dejo y esa noche duermo
tranquilo.
Por ejemplo, hace dos párrafos utilicé “personalmente”.
Considero que es la palabra exacta para lo que quiero decir. Así que no me
preocupa dejarla.
En el quinto párrafo, al referirme a los cuentos de
Cortázar y Borges, dije “Ambos cuentos son relativamente breves.” No puedo
decir que son “breves”, porque en realidad no lo son. Tampoco son largos. Uno
tiene 6 páginas y el otro tiene 10. Un cuento breve, en mi opinión, tiene unas
3 páginas o menos. Un cuento largo tendría más de 20 páginas. Pero estos
criterios no son científicos, sino subjetivos, porque la literatura no es una
ciencia exacta. Por eso creo que la mejor manera de comunicar mi mensaje es con
la oración “Ambos cuentos son relativamente breves”.
Para terminar, incluyo sugerencias sobre cómo evitar el
exceso de adverbios terminados en “mente”.
Recomendaciones
para sustituir los adverbios terminados en “mente”
- Sustituir con una preposición:
“con brusquedad” en vez de “bruscamente”; “con ternura” en lugar de
“tiernamente”; “con dolor” por “dolorosamente”; “en realidad” a cambio de
“realmente”; “por desgracia” en vez de “desgraciadamente”, etc.
- Utilizar un verbo más preciso: Al
decir “Manolo golpeó fuertemente a Juan” estamos diciendo cómo golpeó
Manolo. Por lo visto, es importante enfatizar que no fue un golpe
cualquiera, sino muy fuerte. En ese caso, podemos buscar un verbo que sea
más vigoroso que “golpear”. Podemos decir “Manolo desbarató a Juan a
puñetazos”, “Manolo zurró a Juan”, “Manolo apaleó a Juan”, etc. No
necesitamos el adverbio terminado en “mente” porque estamos usando un
verbo más recio que “golpear”.
- Eliminar el adverbio terminado en
“mente”. En muchos casos no hace falta. Por ejemplo, en la oración “Cuando
llegó el policía, el ladrón corrió rápidamente”, ¿en realidad hace falta
el adverbio? ¿No es evidente que el ladrón correrá “rápidamente”? Si le
quiere huir a la policía, ¿para qué correr “lentamente”? La oración dice
lo mismo de la siguiente manera: “Cuando llegó el policía, el ladrón
corrió”. Lo normal no hay que explicarlo. Si por alguna razón el ladrón
corre “lentamente”, solo entonces habría que explicar por qué corre
“lentamente”: es cojo, el miedo lo ha paralizado, hay aceite en el piso,
etc. Mira todos tus “mente” y decide si en realidad aporta a la narración.
Si es descartable, elimínalo.
- Usar una imagen (símil, metáfora,
etc.) para comunicar el mensaje. En vez de decir “giró rápidamente” puedes
escribir “giró como un tornado”; en vez de decir “nadó ágilmente”, puedes
decir “nadó como un campeón olímpico”. Por supuesto, en este caso debemos
evitar los clichés o las frases manidas. “Giró como un tornado” es una
frase manida. “Giró como un trompo” ya sería un cliché insoportable.
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