Seguimos aprovechando la generosidad del portal Ciudad Seva del escritor LUIS LÓPEZ NIEVES (https://ciudadseva.com/texto/instrucciones-para-escribir-cuentos-o-novelas/) y repasemos los consejos prácticos que nos ofrece para mejorar nuestra narrativa.
Recorramos hoy los dos siguientes apartes (5 y 6) de Pura Literatura:
5. Concreto versus abstracto
Cuando
narramos, lo hacemos con el objetivo de que el lector “vea” lo que contamos. Queremos colocarlo en medio de la acción para que la sienta, para que
se sumerja en ese mundo ficticio que estamos inventando. Por eso debemos contar de manera concreta,
no abstracta.
Veamos el siguiente ejemplo:
La persona conducía su vehículo
mientras comía. De golpe vio a un animal en medio de la vía. Desvió el vehículo
y chocó contra un obstáculo. Se escuchó un ruido estrepitoso.
Se supone que el lector haya recibido
una imagen clara de lo que ocurre, de la acción. Pero este párrafo deja al
lector perplejo. ¿Por qué? Con varias preguntas puedo demostrar el problema.
Contéstate estas preguntas:
- ¿Quién conducía el vehículo?
¿Hombre o mujer? ¿Joven o mayor?
- ¿Qué tipo de vehículo
conduce? ¿Motocicleta, auto deportivo, auto de cuatro puertas, camión,
remolque, tanque de guerra?
- ¿Qué comía? ¿Tortilla,
salchicha, hamburguesa, paella, pizza, lasaña, una barra de chocolate?
- ¿Qué animal se cruzó en el
camino? ¿Un gato, un perro, una vaca, un león, un elefante, una víbora,
Bambi?
- ¿En qué tipo de vía iba la
persona? ¿Camino rural oscuro, carretera, autopista iluminada?
- ¿Contra qué chocó? ¿Otro
carro, un camión, un árbol, una roca, una nave espacial?
- ¿Cómo fue el sonido que se
escuchó? ¿Un grito de mujer, un disparo, un cañonazo, el impacto de un
auto contra otro, el mugido de una vaca?
- ¿Es de día o de noche?
Son tantos los defectos del párrafo
citado, que en realidad es un párrafo inútil. No cumple ninguna función excepto
confundir y desesperar al lector. Aquí he marcado los errores:
La persona conducía
su vehículo mientras comía. De golpe vio a
un animal en medio de la vía. Desvió el vehículo y
chocó contra un obstáculo. Se escuchó un ruido estrepitoso.
Aunque el párrafo solo incluye cuatro
oraciones breves, contiene una cantidad intolerable de errores serios.
Al
contar, debemos darle al lector todos los elementos necesarios para que pueda
hacerse una imagen clara de lo que contamos. Quizás no hay que
resolver cada uno de los ocho problemas; algunos datos pueden quedar para más adelante
o tal vez no hagan falta. Pero, al verlos todos juntos, nos damos cuenta de que
el párrafo no dice nada.
Mi sugerencia es la siguiente:
mientras escribes un texto, o cuando lo revisas, piensa que se trata de las
instrucciones para el productor de una película. La cinta se rodará dentro de
pocos días y el productor necesita prepararlo todo. Eres el director de la
cinta y viene adonde ti, desolado, porque acaba de leer el guión. ¿Qué te
preguntará? Pues las mismas ocho preguntas que puse arriba. ¿A cuál de los
muchos actores debe llamar para filmar la escena? ¿Qué tipo de vehículo debe
alquilar? ¿Qué comida quieres que compre? ¿Qué tipo de animal debe alquilar?
¿En qué tipo de carretera se filmará la escena? ¿Contra qué chocarán? ¿Qué
efecto especial necesitas para el famoso “ruido”? Y, por último, necesitará
saber si hay que preparar luces para filmar de noche o si la escena es de día.
No somos directores ni productores de
cine, pero somos narradores y debemos narrar de forma concreta, de
modo que nuestros lectores no se queden perplejos.
Debemos
ser concretos porque el lector no puede leer tu mente. Si
deseas que “vea” algo, debes mostrarlo por medio de la palabra. No tienes que enumerar, pieza por pieza, cada ángulo del vehículo. No
tienes que describir en detalle lo que come. Si come lasaña, no tienes que
decir con cuántos quesos fue cocinada. No es cuestión de exagerar hasta el
aburrimiento. Pero tienes
la obligación de narrarle al lector una imagen visual (y auditiva) clara de la
escena que le quieres contar.
La narración abstracta es un defecto.
Queremos narrar de la manera más concreta posible. Por tanto, una de las muchas
maneras en que se podría escribir el párrafo es la siguiente:
Esa noche la adolescente de largo
pelo negro conducía su carro descapotado mientras se comía un pedazo de queso
suizo. De golpe vio a un enorme caballo blanco en medio de la avenida. Desvió
su auto deportivo y chocó contra un camión de reparaciones eléctricas. Se
escucharon los estrepitosos gritos de los obreros electrocutados.
Aunque se supone que sea el mismo
párrafo, la escena que ahora “ve” y “escucha” el lector es muy diferente porque
incluye datos concretos.
6. Demasiada precisión
La
mayor parte de las veces no es necesario (ni prudente) ser demasiado precisos
cuando narramos. Es necesario, por supuesto, ser
concretos y darle al
lector la información que necesita para “ver” la escena que estamos contando…
pero hay que evitar el exceso. Veamos el siguiente párrafo de una escena
en que una detective entra furtivamente, de noche, a la oficina oscura de un
sospechoso:
La detective Pérez se dobló hacia el
frente y buscó en un archivo que estaba al lado del escritorio color caoba, con
bordes plateados, de 74 centímetros de alto y 110 centímetros de ancho. Con la
mano izquierda abrió la gaveta y con los dedos de la mano derecha empezó a
separar las carpetas. Durante ocho minutos miró los nombres y los apellidos de
115 pacientes. Luego giró el cuerpo completo hacia la izquierda, de frente a la
puerta, y la miró durante 20 segundos, sin moverse. Luego dio 15 pasos hasta la
salida, agarró el pomo plateado de la puerta con la mano derecha, la giró hacia
la izquierda, haló la cerradura y abrió la puerta. Entonces salió de la oficina
y con la mano izquierda apagó la linterna de mano roja que siempre llevaba en
la cartera.
En este ejemplo (tomado de un
ejercicio real) podemos identificar una cantidad alarmante de datos
innecesarios que alargan la narración y aburren al lector.
No es necesario decir que se dobló
hacia el frente. Dentro del contexto, es obvio. No se va a colocar de espaldas
al archivo y doblarse hacia atrás.
Cuando
se lleva a cabo una acción ordinaria, no es obligatorio especificarla. Si por alguna misteriosa razón la protagonista decide colocarse de
espaldas al archivo, pararse encima del archivo, arrodillarse frente al archivo
o buscar dentro de la gaveta de cualquier otra manera que no sea la normal,
entonces hay que explicar. ¿Por qué decidió brincar encima del archivo y, desde
una posición incómoda, buscar dentro de la gaveta? Esto hay que justificarlo
narrativamente para que sea verosímil. ¿Es acróbata, extraterrestre, loca?
Pero, cuando la acción es ordinaria,
no hay que contarla con detalles excesivos.
Veamos otros ejemplos:
Si una mujer policía entra a buscar
una carpeta en un archivo, no hay que describir en detalle el color, la altura
y el ancho del escritorio que está al lado. Si hay alguna razón especial para
describirlo, pues se describe. Pero para una escena breve como esta, en la que
solo hay una búsqueda rápida dentro de una gaveta, la descripción es
innecesaria porque no aporta nada a la trama.
No es necesario decir que abrió la
gaveta con la mano izquierda ni que usó los dedos de la mano derecha para
separar las carpetas. Con decir que empezó a leer los nombres en las carpetas
es suficiente. A menos que la detective esté herida, tenga un brazo fracturado,
sea manca o tenga algún otro problema con las manos, no es necesario tanto
detalle.
Suena demasiado matemático decir que
durante ocho minutos exactos leyó nombres y apellidos de 115 pacientes.
Primero, da la impresión de que el narrador está contando la historia con un
cronómetro en la mano. ¿Por qué tanta precisión? Tampoco hay que decir que leyó
“nombres y apellidos”. Es evidente. Basta con decir “nombres”. Además, al decir
“115 pacientes”, igual da la impresión de que el narrador tiene alguna obsesión
con las matemáticas.
Arriba dice que “giró el cuerpo
completo hacia la izquierda”. ¿Aporta algo a la trama esta precisión? ¿Hay que
decir “a la izquierda”? ¿Cambia la trama si la detective gira a la derecha?
Además, cuando se gira el cuerpo, naturalmente es el cuerpo completo, a menos
que se trate de la protagonista de una película de horror o de contorsionistas.
Por tanto, es evidente. No hay que decir “completo”.
Al decir 20 segundos y 15 pasos,
nuevamente da la impresión de que el escritor está cronometrando la acción de
la trama, lo cual le resta naturalidad a la narración.
Se indica que la protagonista agarró
el pomo “plateado” con la “mano derecha”, la “giró a la izquierda”. Y apagó la
linterna con la “mano izquierda”. Nuevamente, la pregunta que debemos hacernos es: qué aporta a
la trama que el pomo sea plateado o dorado, la mano con que fue
agarrado, hacia dónde se giró y la mano con que la detective apagó su linterna.
Estos son ejemplos de exceso de
precisión, lo cual aburre mucho al lector porque lo obliga a leer un montón de
sandeces innecesarias.
A menos que sea fundamental para la
trama, es mejor usar
términos más “humanos” y menos “matemáticos”. En vez de “ocho minutos”
se puede decir “durante varios minutos”, “un buen rato”, “pocos minutos”, etc.
O se puede decir “sintió que habían transcurrido ocho minutos y que ya debía
salir”. Pero decir “ocho minutos”, a secas, suena como una competencia olímpica
y no como una narración literaria.
Por último, hay veces en que, debido
al exceso de información, dejamos fuera detalles realmente importantes que
harán dudar al lector. Por ejemplo, al final del párrafo nos enteramos de que la
detective se iluminaba con una linterna de mano. Pero este dato ahora nos
resulta contradictorio. Si ella abría tal gaveta con una mano y luego usaba la
otra mano, ¿dónde llevaba la linterna? ¿En la boca?
Una redacción más efectiva del
ejemplo anterior podría ser la siguiente:
La detective Pérez se colocó la
linterna de mano en la axila y buscó en el archivo que estaba al lado del
escritorio. Abrió la gaveta y empezó a separar las carpetas. Durante breves
minutos miró los nombres de más de cien pacientes. Luego giró hasta colocarse
de frente a la puerta y la miró durante varios segundos, sin moverse. De
pronto, con muy pocos pasos, llegó hasta la puerta, abrió y salió de la
oficina. Apagó la linterna roja que siempre llevaba en la cartera.
Excelente está teoría. Ayuda a nuestra tarea para el taller.
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