EL
TRATAMIENTO DEL TEMA
Los grandes temas —y a estas alturas ya lo sabéis todos— no
existen. Lo importante en el cuento es la trama, esto es, cómo se organiza
artísticamente la historia en el discurso y el tratamiento que se le da a la
idea. Vamos a ver a continuación algunos aspectos del cuento que nos pueden
ayudar a la hora de tratar los temas.
Ajuste
de la forma al tema
Sea cual sea el tema
que escojamos para nuestro cuento, todo en éste (los recursos expresivos, el
tono, los detalles...) debe estar a su servicio. No basta que el tema conmueva
a quien lo escribe, sino que el autor ha de utilizar todas sus armas para que conmueva
al lector. Sin embargo, atender al tema no tiene por qué implicar un
conocimiento de todo lo que ocurrirá en el cuento, sino que más bien es un
punto de partida, el centro de gravitación, una chispa alrededor de la cual se
irá tejiendo el relato en círculos concéntricos.
Brevedad
Una de las
características más representativas del cuento contemporáneo y que, por tanto,
va a afectar al tratamiento del tema, es la brevedad. Conviene tener esto en
cuenta a la hora de sentarse a escribir, pues la economía de medios es
fundamental. Las largas digresiones o descripciones están reservadas a la
novela. Todo lo superfluo que eliminemos en un relato irá a favor de su
efectividad.
Unidad
y esfericidad
En la misma línea, en el cuento hay que trabajar la unidad.
El tema, la idea, es una chispa; al crear el relato alrededor de ella,
conseguiremos que el efecto final sea unitario. Al contrario que en la novela,
donde se trabaja acumulativamente, estirando de varios hilos, con temas y ramas
secundarias, el cuento requiere una unidad que nos haga percibirlo como un
todo, como una descarga eléctrica. Cualquier elemento que distraiga la atención
del lector hacia temas circundantes hay que suprimirlo. Es preciso procurar no
caer en la tentación de irse por las ramas; ése es un privilegio que, como
indica Julio Cortázar, uno sólo puede permitirse en la novela. Pensad en los
buenos cuentos que habéis leído, aquellos que perduran en la memoria, y os
daréis cuenta de que ninguno carece de unidad. Intentad, también, eliminar de
ellos una frase, un párrafo. Comprobaréis que el relato se tambalea y pierde
sentido. Este mismo ejercicio debéis hacerlo con vuestros propios cuentos una
vez escritos. Si no superan la prueba, replantearos el tema y la forma en que
lo habéis desarrollado. Para que esta característica de todo buen cuento no se
os vaya de la cabeza, mirad cada relato que escribáis como quien mira una
esfera. Ha de ser algo redondo, cerrado, cíclico.
Intensidad
Otra noción interesante al tratar el tema es la de intensidad.
No hay que confundir intensidad con efusión o con énfasis (cuidado).
Sencillamente, para conseguir que el relato sea intenso, ha de importarnos de
verdad, el escritor ha de meterse hasta el fondo, sumergirse a cien metros de
profundidad. Es una cualidad que no ha de percibirse a simple vista, no ha de
traducirse en un estilo afectado o enfático (que lo único que conseguiría sería
empalagar al lector, inducirle a desconfiar de lo que le estamos contando),
sino que es algo intrínseco al proceso de creación. Si el escritor vive con
intensidad la historia que está contando, hay muchas probabilidades de que
contagie al lector esa sensación.
Objetivación
del tema
Hay pocas cosas en que todos los escritores estén de
acuerdo, pero una de ellas es que escribir es para ellos una necesidad. Para
escribir hay que obsesionarse, y de esa obsesión nace la escritura. Todo
escritor saca sus fantasmas de su interior, se deshace —o lo intenta— de ellos
a lo largo de las páginas, en cuentos o en novelas, en poemas y artículos. Pero
hay que tener cuidad, en literatura, de que a lo largo de ese proceso de
liberación o exorcismo se objetive la obsesión. Ha de existir una distancia
entre los temas que invaden nuestra mente en forma de pensamientos e ideas
gelatinosas y su trasvase a un relato, en el que han de tomar forma de
monstruos o sirenas, de hombres y mujeres que van o vienen, y que no son
nosotros mismos. Es error muy común en los principiantes lanzarse a ese
exorcismo desenfrenadamente, escribiendo sobre el papel directamente aquello
que les preocupa: la injusticia social, que su mujer o su marido no les
comprende, etc. Eso no es literatura, por muchas metáforas y metonimias que se
utilicen. Los fantasmas han de atravesar la pared de nuestra mente y sentarse en
el sofá del salón, y sólo entonces podrán convertirse en literatura.
Propuesta
de trabajo (Un microcuento)
Elige un tema aparentemente nimio (un grano de arroz, la
caída de una hoja en otoño, una persona leyendo en el metro…) y dale forma en
no más de veinte líneas. Cuando lo hayas hecho, revísalo siguiendo las
características que se han dado en esta lección y, si el texto no las cumples,
corrígelo hasta conseguir que se atenga a ellas.
Del curso gratuito de escritura, escuela de escritores.com:
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