EMPATÍA
VIRAL Por Edna Rueda Abrahams
Y
así un día se llenó el mundo con la nefasta promesa de un apocalipsis viral y
de pronto las fronteras que se defendieron con guerras se quebraron con gotitas
de saliva, hubo equidad en el contagio que se repartía igual para ricos y
pobres, las potencias que se sentían infalibles vieron cómo se puede caer ante
un beso, ante un abrazo.
Y
nos dimos cuenta de lo que era y no importante, y entonces una enfermera se
volvió más indispensable que un futbolista, y un hospital se hizo más urgente
que un misil. Se apagaron luces en estadios, se detuvieron los conciertos, los
rodajes de las películas, las misas y los encuentros masivos y entonces en el
mundo hubo tiempo para la reflexión a solas, y para esperar en casa que lleguen
todos y para reunirse frente a fogatas, mesas, mecedoras, hamacas y contar
cuentos que estuvieron a punto de ser olvidados.
Tres
gotitas de mocos en el aire, nos han puesto a cuidar ancianos, a valorar la
ciencia por encima de la economía, nos ha dicho que no solo los indigentes
traen pestes, que nuestra pirámide de valores estaba invertida, que la vida
siempre fue primero y que las otras cosas eran accesorios.
No
hay un lugar seguro, en la mente de todos nos caben todos y empezamos a
desearle el bien al vecino, necesitamos que se mantenga seguro, necesitamos que
no se enferme, que viva mucho, que sea feliz y junto a una paranoia hervida en
desinfectante nos damos cuenta que, si yo tengo agua y el de más allá no, mi
vida está en riesgo.
Volvimos
a la ser aldea, la solidaridad se tiñe de miedo y a riesgo de perdernos en el
aislamiento, existe una sola alternativa: ser mejores juntos.
Si
todo sale bien, todo cambiará para siempre. Las miradas serán nuestro saludo y
reservaremos el beso solo para quien ya tenga nuestro corazón.
Cuando todos los
mapas se tiñan de rojo con la presencia del que corona, las fronteras no serán
necesarias y el tránsito de quienes vienen a dar esperanzas será bien recibido
bajo cualquier idioma y debajo de cualquier color de piel, dejará de importar
si no entendía tu forma de vida, si tu fe no era la mía, bastará que te anime a
extender tu mano cuando nadie más lo quiera hacer.
Puede
ser, solo es una posibilidad, que este virus nos haga más humanos y de un
diluvio atroz surja un pacto nuevo, con una rama de olivo desde donde empezará
de cero.
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