Un par de poemas y una reflexión a propósito de la
literatura del yo
LA CASA ENCIMA
Tantos siglos removiendo esta tierra
que atravesó el ganado
y alimentó al ganado y a los hombres
que regaron esta tierra
con el curso negro de su sangre
−la sangre cambia de color
cuando sale del cuerpo−.
Tantos siglos alineando ladrillos,
aquí hubo un establo
sobre el que se construyó una iglesia
sobre la que se construyó una fábrica
sobre la que se construyó un cementerio
sobre el que se construyó un edificio
de protección oficial.
Tantas mujeres fregando sus baldosas,
pariendo en sus baldosas,
escondiendo la mierda debajo de las baldosas
que pisaron sus hijos ebrios
y sus sobrios maridos
que trabajaron y fornicaron
por el bien de un país en el que no creían.
Tantos siglos para que yo,
miembro de una generación prescindible,
pierda la fe en la emancipación,
mire el techo de mi dormitorio
y se me venga la casa
encima.
GENEALOGÍA
El día que me atropellaron
mi madre, en la consulta,
sintió que le crujía
de pronto la cadera,
mi hermana la clavícula,
mi sobrina la tibia,
mi pobre prima la muñeca.
Les siguieron mis cuatro tías
y mis firmes abuelas,
con sus costillas y sus muelas,
con sus sorpresas respectivas.
Entre todas, aquel extraño día,
se repartieron
hueso por hueso
el esqueleto
que yo no me rompía.
Les quedo para siempre agradecida.
*Erika Martínez es una poeta y aforista española. Doctora en Filología Hispánica y Licenciada en Teoría de la Literatura por la Universidad de Granada.
"A veces ser verdaderamente nosotros no está solo un paso más allá del consciente, en un hipotético sub- o inconsciente. A veces la pregunta por el nosotros se resuelve sencillamente en otras existencias que entrañan la nuestra. Un paso, se diría que espiritual o místico, y que, sin embargo, en la autobiografía avanza sin titubeos. El yo en el otro, y no como una máscara. El yo como disolución en una existencia social, familiar.
«Muchas mujeres han seguido estas huellas buscando las raíces de su ser en femenino. Como el yo de sus madres, tías, abuelas, bisabuelas quedó velado por una sociedad masculina, su propia identidad pasa por sumergirse en esa corriente anónima que va por sus venas, cartílago y memoria. Escribir la mujer que son: es en pasado y es plural.
«Y también la historia, y la historia familiar, puede ser nuestra forma de explicarnos nuestro presente, la forma de entender nuestro papel o nuestra insignificancia.»
(Tomado de lecciones en UNIR).
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