Wayuú
Tal
vez lo escuchó en una emisora de radio o lo oyó a algún comensal del cenadero
de la tía Julia; no lo recuerda, pero eso no tiene importancia. Tiene la
certeza de que es cierto y solo espera que los días caigan en el calendario que
remata la puerta del servicio de la casita que comparte con sus primas. Anoche
soñó precisamente su sueño. Se veía en una playita dorada con reflejos azules,
caminando descalza y feliz, llevando tras de sí y arrastrados por bueyes
imponentes coronados con borlas de colores, cientos de toneles enormes
encaramados en tarimas que descansaban sobre ruedas que emitían sonidos felices
con cada vuelta que completaban. El mar también parecía alegrarse con la carga
que avanzaba dibujando estelas saltarinas de agua.
Hace
años que Julia dirige su clan y se ha dado a la tarea de conservar todo lo que
ha podido, el recuerdo esplendoroso de un legado que comprende la historia de
una familia que ha habitado por siglos el desierto y que hoy en día mira
acojonado los tres cerros tutelares que dieron vida a los hombres y las
mujeres, guerreros y diosas, que fueron el principio de su estirpe. Ha visto cómo
su arena amarilla, quemada como el maíz, se ha teñido con el negro del carbón, contaminando
toldas, cisternas, a las cabras y a los niños. Ha presenciado el teñir de la
sangre de las aguas de Gepirra que impide que los espíritus que se bañan en sus
playas puedan emerger relucientes hacia un nuevo mundo. Ha sostenido en sus
brazos a los niños que se marchan antes de que Huya, el dios de la lluvia, bese
sus labios y les insufle más vida. Ha visto la muerte y sabe que viene
acompañada del olvido. Por eso porfía en su afán de tejer mantas y ofrecerlas a
Kai, el sol que reluce, para que no abandone a la Mama que languidece entre la
sequía y los oprobios de las criaturas que emergen de su regazo. Por eso ha llamado
a su sobrina Wolunka, como la hija de Maleiwa, señor de la claridad, porque con
su lumbre quiere que se derrote a la oscuridad que se enseñorea en la Guajira.
El
día va llegando. Ya se están manifestando todos los signos. Ha notado cómo Wolunka
ha ido floreciendo y sus pechos erguidos y turgentes son la señal que ha
esperado Julia para que vuelva la fertilidad a la tierra de los hijos de Kai. Pero
hay algo que esta depositaria de la tradición pasa por alto. Es el sueño de su
sobrina, la hija de su hermano mayor, la ofrenda que se debe al mar y a la
lluvia y que sigue caminando por la playa hacia el destino de la semilla, que
es ser plantada con dolor en el regazo de Mama. Olvida Julia que Wolunka será
atravesada por la flecha de los mellizos y de su vagina herida brotará
nuevamente la vida.
Es
por eso que el sueño interrumpido se sacude con la llegada de aquellos a quienes
el cuerpo de la muchacha descalza que camina feliz por la playa les está
prohibido. Es madrugada y sus hijos, los de Julia, han irrumpido en la estancia
donde cuelga la hamaca de la muchacha y amparados en el crepúsculo del
desierto, desfloran a la hija de Maleiwa. El dios de la luz contempla a su hija
profanada y, en lugar de ordenar que la vida regrese, tal como fue en un
principio, comprende que ese dolor primigenio es el que terminará por engendrar
más dolor y decide que de esa vagina destrozada ya no nazcan criaturas que
engulla el desierto, que el agua que viaja cantarina en los toneles arrastrados
por bueyes se arroje al mar teñido de sangre y que nada sea como al principio.
Julia,
la que quiso guardar para siempre a su pueblo, ahora se viste de negro.
*Luz Adriana Suárez
Médica jubilada, manizaleña, lectora
y aspirante a escritora.
Integrante de "Vecinas del cuento".
EJERCICIO
Vamos a inspirarnos en este aparte del libro MUJERES y vamos a hacer un listado de palabras que, al combinarse, resulte en el punto de partida de una historia.
Ventana sobre la palabra (4)
Magda Lemonnier recorta palabras de los diarios, palabras de todos los tamaños, y las guarda en cajas.
En caja roja guarda las palabras furiosas.
En caja verde, las palabras amantes.
En caja azul, las neutrales.
En caja amarilla, las tristes.
Y en caja transparente guarda las palabras que tienen magia.
A veces, ella abre las cajas y las pone boca abajo sobre la mesa, para que las palabras se mezclen como quieran. Entonces, las palabras le cuentan lo que ocurre y le anuncian lo que ocurrirá.
NOTA: Publica acá tu ejercicio. O me lo envías a mi correo (olgalujara@gmail.com) y yo lo publico a tu nombre.
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