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LA
ENFERMEDAD POR CORONAVIRUS (LA COVID-19) Y EL MEDICO-PACIENTE
Parte III
Me
escribe de nuevo, promediando este primer mes del año, aquel colega, amigo
y compañero de afujías durante algunos años del ejercicio de nuestra
digna profesión, con quien hemos venido sosteniendo varias misivas. Esto me
dice.
Hola,
apreciado amigo mío:
Ya ha
pasado el año 2022, durante el cual recuerdo mucho cómo, sin tapabocas y sin
ninguna otra precaución, nos reunimos varias veces para tomarnos un café,
escudados siempre por nuestras esposas —a nuestras edades y con
nuestras enfermedades no se nos recomienda andar solos—, además
de hacer parte de grupos de amigos o de compañeros, recalcando el hecho de que
tampoco ellos guardaban precauciones. Celebrábamos todos el haber vuelto a la
ansiada presencialidad, que la pandemia causada por el Covid-19 ya era historia
y todo había regresado a la normalidad, o por lo menos así lo creímos,
ingenuamente.
Pero,
para nosotros es claro que estos conceptos fueron fruto de nuestro desespero por
quitarnos de encima tal flagelo, así como de nuestra total confianza en el
advenimiento de las vacunas, la panacea tan esperada. Además, porque nuestros
anteriores mal recordados gobernantes y autoridades de la salud (vigentes por
fortuna solo hasta el 7 de agosto del pasado año. No hay mal que dure cien
años…), levantando la emergencia sanitaria por Covid-19 a partir del 1 del
recién pasado mes de julio (según publicación de CNN del 21 de Junio,
2022) y decretando así la apertura del comercio y en general de todas las
actividades en el país, nos vendieron la idea de que ya estábamos libres del
Covid-19, que ya no usáramos tapabocas ni nos preocupáramos por otras medidas
de protección; que asistiéramos como si nada a aglomeraciones, campañas
políticas, conciertos, teatros, festejos, etc.
Se la pasaron todo el tiempo
dando tumbos, como el anterior, tanto en el diagnóstico como en el tratamiento
dado a la actual pandemia. Gracias a ellos, Colombia figura a nivel mundial en
un puesto destacado dentro de los países con peor manejo en Covid.
No se puede pasar por alto, me
decías, el hecho de que este Coronavirus ha sido un bicho camaleónico, que ya
nos ha engañado fácilmente en varias ocasiones mostrándonos treguas —las que
interpretamos erróneamente como que si ya se hubiese ido—, y haciéndonos caer en
la confianza y en el abandono de todo tipo de precauciones. Para luego
reaparecer camuflado bajo otras denominaciones: mutaciones / cepas / variantes
/ subvariantes / linajes / sublinajes.
Siendo siempre el mismo Covid,
trayendo consigo los constantes devenires de diversos congéneres suyos.
Sencillamente, así nos demuestra con hechos que ¡vino para quedarse!
Incluso, mi caro amigo, como lo
recordábamos en aquellas charlas presenciales que tuvimos, hoy existe el
diagnóstico del Covid-19 prolongado, con síntomas molestos
que pueden durar semanas, meses o años después de haber tenido COVID-19 y
a veces pueden provocar una discapacidad. Algunos de estos síntomas,
también lo hablamos, me afectan hoy día, luego del segundo episodio que tuve de
tal enfermedad.
Recuerdo como los dos
repasamos desde la llegada de la variante Ómicron, descrita inicialmente en Singapur —la variante que
siguió a las anteriores alfa, beta, gamma y delta—,
han aparecido otras subvariantes. En
octubre del 2022 se nos mencionó la aparición en el país de la subvariante
BQ.1.x, conocida internacionalmente como Perro del infierno que
desplazaba a las otras variantes que han circulado en el territorio colombiano
y que tiene una gran capacidad para propagarse (favorecida por los viajes
continuos de las gentes), además de tener la capacidad de evadir las defensas
provocadas por las vacunas y por las infecciones pasadas.
Te cuento,
viejo amigo y colega, que estuve leyendo sobre el peculiar nombre común de
Ómicron BQ.1; hace referencia a la mitología griega, concretamente a
Cancerbero, el perro que tenía tres cabezas y cuyo cuidador era Hades. Este
animal feroz protegía las puertas del infierno para que las personas vivas no
pudieran entrar y las muertas no pudieran escapar.
Y
de ñapa, me decías —en esos términos que te gusta tanto usar—, ya casi
finalizando el 2022 la Organización Mundial de la Salud (OMS) notificó sobre la
aparición de un gran número de subvariantes del SARS-CoV-2, los cuales han
demostrado ser más contagiosos; no obstante, la nueva subvariante XBB.1.5 que
surgió en Nueva York y Connecticut, ha encendido las alarmas por
considerarse como la variante dominante y con más capacidad de propagarse
rápidamente.
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Y ya vemos cómo, mi caro amigo, a finales del recientemente pasado 2022
se recibieron noticias de la China en referencia a que ese país (el mismo en el
que se habían presentado los primeros casos a finales del 2019), padece una
fuerte crisis sanitaria a raíz del aumento considerable de casos de Corvid-19,
con la consiguiente congestión de los servicios de urgencias, además de
presentarse muchas muertes. "El gigante asiático", como se le conoce,
ha pasado del cierre total del país y el confinamiento de todos sus
habitantes, a una apertura obligada de sus fronteras y en general de todas las
actividades ciudadanas, debido a las protestas de sus gentes y la crisis en el
orden público que estas provocaron. Por lo pronto, se siguen presentando a
diario miles y miles de casos, muchos de ellos letales.
Y desde luego el temor invade hoy al mundo, ante la evidente
propagación del Covid-19; aunque estimo que hay miedo, sí, pero en el
fondo se está menospreciando tal reactivación por parte de quienes
deberían contenerla.
Ahora salta a la palestra
una nueva vacuna; en efecto desde hace unos meses se habla de la vacuna bivalente como un nuevo
refuerzo contra la Covid-19 — ¿cuantas más llegarán? —-.
Según publicación de edición médica "...En Estados
Unidos estas dosis se empezaron a aplicar hace unos dos meses y no se sabe
con certeza cuánto van a proteger, pues esto depende de las nuevas variantes
que puedan surgir"; "Las vacunas
llegarían a Colombia en el 2023 y podría atacar el virus de manera
efectiva...". ¡Amigo
mío, definitivamente esto de las vacunas es algo de nunca acabar!
En
nuestros ya muy lejanos tiempos juveniles las vacunas realmente demostraban,
bien la erradicación total del mal o de la afección en cuestión, o una
protección prolongada, y por ello los refuerzos eran muy espaciados (la
historia lo evidencia); mas, hoy día, en pleno siglo XXI y no obstante los
grandes adelantos científicos —la inteligencia artificial ((IA) en especial—,
la ciencia nos ofrece vacunas bien costosas y de protección parcial, solo por
pocos meses.
Yo creo
que sigue vigente aquel concepto emitido por el Dr. Hernán Gaviria
Quintero en artículo publicado por Momento Médico, según el
cual: No podemos ser áulicos incondicionales de las vacunas Covid 19, y
que concluye así: …El derecho fundamental a la
salud se hace real en la medida en que se defienda el elemento de la
aceptabilidad con la información suficientemente clara y el de la participación
como sujetos activos. Mal se haría si, por esquivar la llamada infidencia
o teorías conspirativas contra las vacunas, ocultáramos el debate e información
sobre las mismas.
Confiemos en que la comunidad
científica internacional logre conseguir algún día el remedio definitivo
contra el Coronavirus. Y en que dejen trabajar al nuevo gobierno colombiano, en
especial a los muy capacitados funcionarios, en buena hora encargados de estos
asuntos de la salud. Así las cosas, ahora sí tendríamos formas adecuadas
de afrontar esta muy prolongada peste. Por lo pronto, el anterior remedo de
ministro de salud y su equipo de costosísimos expertos —por lo menos en lo concerniente al manejo dado a esta emergencia—, quedaron "corchados".
Bien
sabemos que nadie, absolutamente nadie, que merced al denodado
esfuerzo y a la pericia del personal de salud que lo asistió, haya logrado
salir vivo de una UCI, quisiera volver a verse envuelto en tan grave
situación —mucho
menos yo, que gracias a ellos y a Dios ya lo he logrado en dos ocasiones—. Con todo el respeto que
nos merece el asunto, es claro para nosotros, querido colega, que ¡no es ese el
mejor paseo del mundo!
Y para
concluir la presente, amigo del alma, sigo meditando mucho sobre esas
reflexiones que me hiciste de nuevo en el diciembre pasado:
¿Quién/quiénes
provocó/provocaron este caos?
¿Quién/quiénes
se está/n beneficiando con esta ominosa situación?
¿Cuándo
se cansarán?
¿Cuándo
decidirán acabarla?
Hasta la próxima; contéstame
pronto.
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