Aprovechemos la generosidad del portal Ciudad Seva del escritor LUIS LÓPEZ NIEVES (https://ciudadseva.com/texto/instrucciones-para-escribir-cuentos-o-novelas/) y repasemos los consejos prácticos que nos ofrece para mejorar nuestra narrativa.
Vamos a recorrer en varias sesiones los siguientes apartes, de Pura Literatura y comenzamos hoy con CARACTERIZACIÓN de los personajes.
Haremos ejercicios aplicando estas ayudas.
Quienes quieran compartir el suyo, ¡bienvenidos!
1. Caracterización directa
Hay dos maneras de caracterizar a un personaje: de forma directa o indirecta. Esta nota es sobre la caracterización directa. (Véase aquí mi nota sobre la caracterización indirecta.)
“Caracterización” es la técnica por medio de la cual decimos cómo es un personaje, cuál es su personalidad, su carácter. No se trata de descripción física. Los escritores principiantes a veces confunden caracterización con descripción. Si un hombre es alto, delgado, pelinegro y de manos grandes, esto no tiene nada que ver con su personalidad. Asimismo, el hecho de que una mujer sea bella y rubia tampoco define su personalidad.
Cuando caracterizamos no decimos cómo es el físico de la persona, sino su mente o personalidad.
Ahora bien: la caracterización directa es la más sencilla. Solo decimos cómo es el personaje. Veamos dos ejemplos. El primero lo he tomado del primer párrafo del cuento folclórico “Juan Sinmiedo“:
Érase un padre que tenía dos hijos, el mayor de los cuales era listo y despierto, muy despabilado y capaz de salir con bien de todas las cosas. El menor, en cambio, era un verdadero zoquete, incapaz de comprender ni aprender nada, y cuando la gente lo veía, no podía por menos de exclamar: «¡Este sí que va a ser la cruz de su padre!». Para todas las faenas había que acudir al mayor…
El cuento usa caracterización directa porque dice de manera explícita que el mayor de los hijos era “listo y despierto, muy despabilado y capaz de salir con bien de todas las cosas”. Y dice con claridad que el menor es “un verdadero zoquete, incapaz de comprender ni aprender nada”. O sea, el narrador nos explica cómo son las personalidades (no el físico) de estos dos personajes.
Veamos otro ejemplo. Es el comienzo de la versión de Charles Perrault del cuento folclórico “La Cenicienta“:
Había una vez un gentilhombre que se casó en segundas nupcias con una mujer, la más altanera y orgullosa que jamás se haya visto. Tenía dos hijas por el estilo y que se le parecían en todo. El marido, por su lado, tenía una hija, pero de una dulzura y bondad sin par; lo había heredado de su madre que era la mejor persona del mundo.
Otra vez tenemos a un autor que nos dice, en el comienzo mismo, que la segunda esposa de su personaje es “altanera y orgullosa”, que las hijas de la mujer son iguales (“por el estilo”), y que la hija del hombre es de “una dulzura y bondad sin par”, que había heredado de su madre.
En esto consiste la caracterización directa. Es cuestión de informar, de manera directa, cómo son los personajes. No los hemos visto actuar todavía. No somos testigos de cómo son ni de qué cosas dicen o piensan. Lo creemos porque el narrador nos lo ha dicho. No lo ha mostrado.
En la nota dedicada a la “caracterización indirecta” compararé ambas técnicas y diré cuál es la preferible. En esta dirección puedes ver mi nota sobre la “caracterización indirecta“.
2. Caracterización indirecta:
Hay dos maneras de caracterizar a un personaje: de forma directa o indirecta. Esta nota es sobre la caracterización indirecta. (Véase aquí mi nota sobre la caracterización directa.)
“Caracterización” es la técnica por medio de la cual decimos cómo es un personaje, cuál es su personalidad, su carácter. No se trata de descripción física.
La caracterización indirecta es más difícil que la caracterización directa porque requiere crear una escena o una serie de escenas en que se dramatice cómo es un personaje. En la caracterización directa basta decir: “Miguel es un hombre envidioso”. Ya está dicho. Hemos caracterizado al personaje con cinco palabras.
En cambio, para la caracterización indirecta hay que poner al personaje a actuar. El lector, al ser testigo de las acciones, pensamientos o palabras del personaje, podrá concluir (de forma indirecta) cómo es el personaje. El narrador no lo dice: el lector lo deduce por las acciones del personaje.
Veamos un ejemplo. A continuación colocaré un cuento breve de José Luis González que se llama “La carta“:
La carta
San Juan, puerto Rico
8 de marso de 1947Qerida bieja:
Como yo le desia antes de venirme, aqui las cosas me van vién. Desde que llegé enseguida incontré trabajo. Me pagan 8 pesos la semana y con eso bivo como don Pepe el alministradol de la central allá.
La ropa aqella que quedé de mandale, no la he podido compral pues quiero buscarla en una de las tiendas mejores. Digale a Petra que cuando valla por casa le boy a llevar un regalito al nene de ella.
Boy a ver si me saco un retrato un dia de estos para mandálselo a uste.
El otro dia vi a Felo el ijo de la comai María. El está travajando pero gana menos que yo.
Bueno recueldese de escrivirme y contarme todo lo que pasa por alla.
Su ijo que la qiere y le pide la bendision.
Juan
Después de firmar, dobló cuidadosamente el papel ajado y lleno de borrones y se lo guardó en el bolsillo de la camisa. Caminó hasta la estación de correos más próxima, y al llegar se echó la gorra raída sobre la frente y se acuclilló en el umbral de una de las puertas. Dobló la mano izquierda, fingiéndose manco, y extendió la derecha con la palma hacia arriba.
Cuando reunió los cuatro centavos necesarios, compró el sobre y el sello y despachó la carta. Fin.
El protagonista del cuento se llama Juan. El texto consiste, primero, de una carta en la que no hay narrador para darnos información. Luego termina con dos párrafos de narrativa, en tercera persona, en los que en ningún momento el narrador nos dice cómo es la personalidad de Juan. No dice si es bueno o malo, sabio o tonto, pobre o rico, etc. Solo nos describe con pocas palabras unas acciones de Juan.
Sin embargo, al leer la carta podemos concluir, gracias a la ortografía, que Juan es casi analfabeta. También podemos inferir que es pobre, campesino, de poca educación, desempleado y sin oficio. Ha llegado a San Juan, la capital, y es evidente que ha emigrado del campo. Deducimos, además, que es un buen hijo. Aunque está pasando por mucha necesidad económica (debe pedir dinero para despachar la carta), le dice a su madre, para que ella no sufra, que todo le va bien en la ciudad.
El narrador en ningún momento nos ha dicho nada sobre el personaje. Sabemos sobre Juan porque lo hemos inferido al ver sus acciones.
Por tanto, repito, la caracterización indirecta es cuando los narradores no decimos cómo es el personaje, sino que lo mostramos por medio de sus acciones.
Ahora bien: ¿cuál técnica es preferible? ¿Cuál es la más efectiva? ¿La caracterización directa o indirecta?
La respuesta es clara: la caracterización indirecta es más efectiva y preferible porque nos “muestra” cómo es el personaje. Nos sentimos testigos. No lo podemos olvidar. Si un autor nos dice al comienzo de un cuento, de forma directa, que “Juan es un buen hijo”, es posible que cuando vayamos por la página cinco de la obra ya lo hayamos olvidado. No hemos visto a Juan en acción. No lo hemos visto actuar como un buen hijo. Solo nos lo dijeron, de pasada, al comienzo del texto, y lo olvidamos.
En cambio, cuando leemos una buena escena que caracteriza a un personaje, nos sentimos testigos de su personalidad. Si un amigo nos dice “Juan es un mal hijo”, de inmediato nos sorprendemos y podemos refutar: “¿Pero no viste la carta tan cariñosa y considerada que le escribió a su mamá?
Asimismo, si un amigo nos dice “Juan es un hombre educado”, podemos buscar el cuento y probarle a nuestro amigo, con el texto en la mano, que Juan no es un hombre educado porque su ortografía es la de una persona que ni siquiera terminó la escuela primaria.
La caracterización indirecta es mucho más efectiva.
En ese caso, ¿por qué usar la caracterización directa? Si la caracterización indirecta es la más efectiva, ¿no debemos usarla siempre?
No es necesario. La respuesta breve es que usamos la caracterización indirecta para los personajes más importantes de un cuento o una novela, aquellos que necesitamos conocer con mayor profundidad.
Pero si se trata de un personaje de poca importancia puede ser preferible usar la caracterización directa porque es más económica, requiere menos espacio. Si el protagonista visita una farmacia para comprar aspirinas, basta con decir “el farmacéutico simpático” o “el farmacéutico antipático”. No hay que escribir una larga escena para mostrar al farmacéutico en acción, porque la visita es un elemento sin trascendencia en la obra.
Si un estudiante le hace una consulta breve a su profesor sobre un tema que no tendrá más importancia en la obra, basta con decir “el sabio profesor” o “el profesor ignorante”. No es necesario escribir un diálogo de varias páginas para mostrar al profesor hablando de manera sabia o estúpida.
En conclusión, la caracterización indirecta es más efectiva pero no es necesario usarla en todas las ocasiones.
En esta dirección puedes ver mi nota sobre la “caracterización directa“.