jueves, 15 de julio de 2021

Reflexiones sobre la situación mundial actual, a causa del COVID-19. Por el doctor Hernando Restrepo Díaz



 





LA INCERTUDUMBRE


Consideramos la incertidumbre como el peor de todos los

males hasta que la realidad nos demuestre lo contrario.”

Alphonse Karr.


La incertidumbre, entre el miedo y la esperanza*

 

Dice Spinoza que las dos emociones básicas de los seres humanos son el miedo y la esperanza. La incertidumbre es la vivencia de las posibilidades que surgen de las múltiples relaciones que pueden existir entre ambas.

Puesto que estas relaciones son diferentes, los tipos de incertidumbre también lo son. El miedo y la esperanza no se distribuyen por igual entre todos los grupos sociales o épocas históricas. Hay grupos sociales en los que el miedo supera de tal modo a la esperanza que el mundo sucede ante sus ojos sin que ellos puedan hacer que suceda. Viven en espera, pero sin esperanza. Hoy están vivos, pero en tales condiciones que mañana podrían estar muertos. Hoy alimentan a sus hijos, pero no saben si mañana podrán hacerlo. La incertidumbre en la que viven es descendente, porque el mundo les pasa de formas que dependen poco de ellos.

 

» El conocimiento es una aventura sin fin en el borde de

la incertidumbre». Jacob Bronowski.

 

Cuando el miedo es tanto que la esperanza desaparece por completo, la incertidumbre descendente se vuelve abismal y se convierte en su opuesto: en la certeza del destino de tener que sufrir el mundo por injusto que sea. Por otro lado, hay grupos sociales en los que la esperanza supera de tal manera al miedo que el mundo se les presenta como un campo abierto de posibilidades que pueden gestionar a voluntad. La incertidumbre en la que viven es ascendente en la medida en que tiene lugar entre opciones portadoras de resultados deseados en general, si bien no siempre totalmente positivos.

Cuando la esperanza es tan excesiva que pierde la noción del miedo, la incertidumbre ascendente se vuelve abismal y se transforma en su contrario: en la certeza de la misión de apropiarse del mundo por arbitrario que esto sea. La mayoría de los grupos sociales aspira a vivir entre estos dos extremos, con más o menos miedo, con más o menos esperanza, pasando por períodos en que dominan las incertidumbres descendentes y otros en que lo hacen las ascendentes. Las épocas se diferencian por la preponderancia relativa del miedo y la esperanza, así como las incertidumbres provocadas por las relaciones entre sí.

 

“Eso de haber de abismarse en la incertidumbre y desesperar de

la verdad, es un triste y miserable refugio contra el error.”

René Descartes

 

Una situación de aislamiento, puede provocar sensaciones desagradables con relación a la incertidumbre. Esta, la Incertidumbre, es inseguridad, inquietud, desasosiego, duda, indecisión, vacilación, recelo, sospecha. Vivimos en el mar del cambio y la incertidumbre, pero eso no tiene por qué ser malo.

 

Afirma Frederick Beigbeder:

“Cuando estamos enamorados, esperamos que suene el teléfono. Cuando estamos enfermos, esperamos la curación. Cuando estamos muy enfermos, esperamos la muerte. Vivir es esperar a que nos ocurra algo”.

 

 

…no es más desesperante la incertidumbre de no ser en el futuro, a la certidumbre de no haber sido en el pasado?”

Márquez de Sade

 

En su libro La ley del quizás, la consultora de negocios Allison Carmen toma como punto de partida una célebre fábula oriental que le contó su profesor de chi kung, una terapia medicinal de origen chino que se basa en el control de la relajación, para explicar su teoría sobre lo incierto. La historia se resume así:

Un día, el caballo de un campesino se escapó. Su vecino le dijo:

“¡Qué mala suerte has tenido!”. El granjero le respondió:

“Quizás”.

Al día siguiente, el animal regresó acompañado de cinco yeguas. El hombre volvió y le felicitó:

“¡Qué buena suerte has tenido!”. El dueño replicó:

“Quizás”. Poco después, el hijo del campesino, que solía montar a caballo, se cayó y se rompió una pierna. El amigo le comentó:

“¡Qué mala suerte has tenido!”. Este contestó:

“Quizás”.

Al día siguiente llegaron unos oficiales del Ejército para reclutar al muchacho y luchar en la guerra, pero no pudieron llevárselo porque tenía la pierna rota. Entonces el vecino exclamó:

“¡Qué buena suerte has tenido!”. El padre repitió:

“Quizás”.

 

El mensaje de este tradicional relato es claro: no se puede saber el alcance de lo que sucede a nuestro alrededor en todo momento. Las cosas acostumbran a pasar por algo, aunque muchas veces no logramos conocer el porqué.



CANCIÓN DE LA ESPERA INFINITA

 Por Jorge Federico Travieso

 

Pesa a veces la vida y el hombre des­espera.

Pesa el pesar y pesa la vida que no fue

la esperanza musita: espera, espera,

espera y el corazón cansado respon­de: ¿para qué?

¡Cuando yo sea grande!

Oh, frase verde y fresca que florece

en los labios cuando principia abril

¡Cuando yo sea grande! espera, espe­ra, espera,

y la niñez se pierde prendida al por­venir.

¡Cuando tenga dinero!

¡Cuando ella me sonría!

¡Cuando lleguen las glorias por cami­nos de ayer!

¡Cuando tenga el secreto de la muer­te y la vida!

¡Cuando Dios me visite tras un atar­decer!

Y las cosas que llegan ya no tienen aroma,

el corazón cansado pregunta: ¿para qué?

Espera, espera, espera, la esperanza pregona

y otra vez nos ponemos a esperar y a creer.

Pero un día se hiela la canción en la boca,

la esperanza no tiene ni aguijón ni poder,

el amor está lejos como estrella en derrota,

y Dios está lejano como sol por nacer.

Erguido ante el poniente el corazón enreda

su pregunta de siempre: ¿para qué?

Y musita la muerte: espera, espera, espera

¡y otra vez nos ponemos a esperar y a creer!


*Tomado de: Las Notas de Boaventura De Sousa Santos.

 

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