LA INCERTUDUMBRE
“Consideramos la incertidumbre como el peor
de todos los
males hasta que la realidad nos
demuestre lo contrario.”
Alphonse Karr.
La
incertidumbre, entre el miedo y la esperanza*
Dice Spinoza que las dos emociones básicas de los seres humanos son el
miedo y la esperanza. La incertidumbre es la vivencia de las posibilidades que
surgen de las múltiples relaciones que pueden existir entre ambas.
Puesto que estas relaciones son diferentes, los tipos de incertidumbre
también lo son. El miedo y la esperanza no se distribuyen por igual entre todos
los grupos sociales o épocas históricas. Hay grupos sociales en los que el
miedo supera de tal modo a la esperanza que el mundo sucede ante sus ojos sin
que ellos puedan hacer que suceda. Viven en espera, pero sin esperanza. Hoy
están vivos, pero en tales condiciones que mañana podrían estar muertos. Hoy
alimentan a sus hijos, pero no saben si mañana podrán hacerlo. La incertidumbre
en la que viven es descendente, porque el mundo les pasa de formas que dependen
poco de ellos.
» El conocimiento es una aventura
sin fin en el borde de
la incertidumbre». Jacob
Bronowski.
Cuando el miedo es tanto que la esperanza desaparece por completo, la
incertidumbre descendente se vuelve abismal y se convierte en su opuesto: en la
certeza del destino de tener que sufrir el mundo por injusto que sea. Por otro
lado, hay grupos sociales en los que la esperanza supera de tal manera al miedo
que el mundo se les presenta como un campo abierto de posibilidades que pueden
gestionar a voluntad. La incertidumbre en la que viven es ascendente en la
medida en que tiene lugar entre opciones portadoras de resultados deseados en
general, si bien no siempre totalmente positivos.
Cuando la esperanza es tan excesiva que pierde la noción del miedo, la incertidumbre ascendente se vuelve abismal y se transforma en su contrario: en la certeza de la misión de apropiarse del mundo por arbitrario que esto sea. La mayoría de los grupos sociales aspira a vivir entre estos dos extremos, con más o menos miedo, con más o menos esperanza, pasando por períodos en que dominan las incertidumbres descendentes y otros en que lo hacen las ascendentes. Las épocas se diferencian por la preponderancia relativa del miedo y la esperanza, así como las incertidumbres provocadas por las relaciones entre sí.
“Eso de haber de abismarse en la
incertidumbre y desesperar de
la verdad, es un triste y miserable
refugio contra el error.”
René Descartes
Una situación de aislamiento, puede provocar sensaciones desagradables con
relación a la incertidumbre. Esta, la Incertidumbre, es inseguridad, inquietud,
desasosiego, duda, indecisión, vacilación, recelo, sospecha. Vivimos en el mar
del cambio y la incertidumbre, pero eso no tiene por qué ser malo.
Afirma
Frederick Beigbeder:
“Cuando
estamos enamorados, esperamos que suene el teléfono. Cuando estamos enfermos, esperamos
la curación. Cuando estamos muy enfermos, esperamos la muerte. Vivir es esperar
a que nos ocurra algo”.
…no es más desesperante la
incertidumbre de no ser en el futuro, a la certidumbre de no haber sido en el
pasado?”
Márquez de Sade
En su libro
La ley del quizás, la consultora de negocios Allison Carmen toma como punto de
partida una célebre fábula oriental que le contó su profesor de chi kung, una
terapia medicinal de origen chino que se basa en el control de la relajación,
para explicar su teoría sobre lo incierto. La historia se resume así:
Un día, el
caballo de un campesino se escapó. Su vecino le dijo:
“¡Qué mala
suerte has tenido!”. El granjero le respondió:
“Quizás”.
Al día
siguiente, el animal regresó acompañado de cinco yeguas. El hombre volvió y le
felicitó:
“¡Qué buena
suerte has tenido!”. El dueño replicó:
“Quizás”.
Poco después, el hijo del campesino, que solía montar a caballo, se cayó y se
rompió una pierna. El amigo le comentó:
“¡Qué mala
suerte has tenido!”. Este contestó:
“Quizás”.
Al día
siguiente llegaron unos oficiales del Ejército para reclutar al muchacho y
luchar en la guerra, pero no pudieron llevárselo porque tenía la pierna rota.
Entonces el vecino exclamó:
“¡Qué buena
suerte has tenido!”. El padre repitió:
“Quizás”.
El mensaje
de este tradicional relato es claro: no se puede saber el alcance de lo que
sucede a nuestro alrededor en todo momento. Las cosas acostumbran a pasar por
algo, aunque muchas veces no logramos conocer el porqué.
CANCIÓN DE LA ESPERA
INFINITA
Por Jorge Federico Travieso
Pesa a veces la vida y el
hombre desespera.
Pesa el pesar y pesa la
vida que no fue
la esperanza musita:
espera, espera,
espera y el corazón
cansado responde: ¿para qué?
¡Cuando yo sea grande!
Oh, frase verde y fresca
que florece
en los labios cuando
principia abril
¡Cuando yo sea grande!
espera, espera, espera,
y la niñez se pierde
prendida al porvenir.
¡Cuando tenga dinero!
¡Cuando ella me sonría!
¡Cuando lleguen las
glorias por caminos de ayer!
¡Cuando tenga el secreto
de la muerte y la vida!
¡Cuando Dios me visite
tras un atardecer!
Y las cosas que llegan ya
no tienen aroma,
el corazón cansado
pregunta: ¿para qué?
Espera, espera, espera, la
esperanza pregona
y otra vez nos ponemos a
esperar y a creer.
Pero un día se hiela la
canción en la boca,
la esperanza no tiene ni
aguijón ni poder,
el amor está lejos como
estrella en derrota,
y Dios está lejano como
sol por nacer.
Erguido ante el poniente
el corazón enreda
su pregunta de siempre: ¿para qué?
Y musita la muerte: espera, espera, espera
¡y otra vez nos ponemos a esperar y a creer!
*Tomado de: Las Notas de Boaventura De Sousa Santos.
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